“Al sexto mes el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un varón que se llamaba José, de la casa de David; y el nombre de la virgen era María. Y entrando el ángel en donde ella estaba, dijo: ¡Salve, muy favorecida! El Señor es contigo; bendita tú entre las mujeres. Mas ella, cuando le vio, se turbó por sus palabras, y pensaba qué salutación sería ésta. Entonces el ángel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios. Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS. Éste será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin. Entonces María dijo al ángel: ¿Cómo será esto? pues no conozco varón. Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios”. (Lucas 1:26-35)
Dios es Espíritu y se revela a las personas por medio de la palabra de Dios, así fue con Abraham y también con María. Cuando Dios se revela, es para mostrar algo extraordinariamente grande.
El ángel llamó a María por su nombre, la cual quedó sorprendida; ella, halló gracia delante de Dios, al igual que Abraham, Isaac y Jacob. Todos los que hallan gracia delante de Dios reciben el Espíritu Santo, consecuentemente se tornan hijos de Dios, esta es la mayor alegría que alguien puede tener. ¿Se imagina usted volviéndose un hijo de Dios?
Cuando esto sucede, todos aquellos que recibieron el mismo Espíritu que usted recibió, se convierten en su familia, ya que, es con estas personas que convivirá toda la eternidad.
Ahora entiende porque es necesario sacrificar toda su vida para alcanzar el bautismo con el Espíritu Santo, el cual sólo sucede en el Altar de Dios cuando usted hace un pacto con Él, renunciando a toda su vida antigua, para vivir en novedad de vida con el Señor Jesús.
El Espíritu Santo viene sobre usted, le envuelve generando en su interior una nueva naturaleza, la que sucede dependiendo del sacrifico de cada uno, sacrificio de abandonar el mundo y el pecado, dando el paso del bautismo en las aguas por medio del arrepentimiento, para así, estar preparado para recibir el Espíritu de Dios.