Cuando pagamos el Diezmo a Dios, Él se queda en la obligación (porque lo prometió) de cumplir Su Palabra, reprendiendo a los espíritus devoradores que desgracian la vida del ser humano y actúan con enfermedades, accidentes, vicios, degradación social y en todos los ámbitos de la actividad humana, que hacen al hombre sufrir.
Cuando somos fieles en los Diezmos, además de quedar libres de esos sufrimientos, pasamos a gozar de toda la plenitud de la Tierra, teniendo a Dios a nuestro lado, bendiciéndonos en todas las cosas. Diezmo, según la interpretación más común, es la décima parte y, según la Biblia, es la décima parte de todos los beneficios que obtiene una persona, que debe dedicarse a Dios.
El Diezmo fue instituido por el Señor como una especie de impuesto a Sus criaturas. Ciudadanos de todas las naciones tienen la obligación de pagar los impuestos a sus gobiernos con el fin de que beneficien a sus países. También el Señor Jesús, a través de nuestros Diezmos, hace llegar el beneficio a aquellos que están en las tinieblas, a través de la difusión del Evangelio por la radio, el periódico o la televisión, en todo el mundo. “Cosas importantes” – el Diezmo es importante para Dios y para la Iglesia. Ésta, nada puede hacer, para alcanzar a los perdidos sin el dinero, tan necesario en la sociedad de consumo en la que vivimos.
“Traed todo el diezmo al alfolí, para que haya alimento en mi casa; y ponedme ahora a prueba en esto —dice el Señor de los ejércitos— si no os abriré las ventanas del cielo, y derramaré para vosotros bendición hasta que sobreabunde. Por vosotros reprenderé al devorador, para que no os destruya los frutos del suelo; ni vuestra vid en el campo será estéril —dice el Señor de los ejércitos. Y todas las naciones os llamarán bienaventurados, porque seréis una tierra de delicias —dice el Señor de los ejércitos”. Ml. 3:10-12