Aquel viejo dicho “Equipo que gana no se toca” solo se aplica hasta que el equipo comienza a perder. Ningún técnico de fútbol u otro deporte que tenga el mínimo de competencia cree en ese dicho. Sabe que esperar a que el equipo pierda para cambiarlo es la receta para el fracaso.
La verdad es que ese dicho es para los perezosos. Generalmente, cuando la persona no quiere el trabajo de hacer algo, usa esa creencia popular para justificar su inercia. Vi suceder eso con una cantidad innumerable de parejas. La pareja va bien, o por lo menos eso parece, hasta que un día la bomba explota. Sin embargo, una mirada más cuidadosa sobre lo que realmente sucedió, siempre revela lo que ya había surgido mucho antes de la explosión. Las pequeñas señales estaban allí, entre ellos:
1. La rutina fastidiosa de la pareja
2. La falta de diálogo significativo
3. Pequeñas irritaciones que se vuelven constantes
4. Peleas de las que nunca resolvieron sus causas
5. La vida íntima más lenta que una babosa manca (o placentera solo para el hombre)
6. No logran concordar sobre asuntos importantes
7. Días marcados por momentos tensos en la pareja
8. Agendas cada vez más separadas
A pesar de todas estas señales, la pareja sigue pensando que “está todo bien”. Son cosas de toda pareja, ¿no es verdad? Solo que no. Estas señales no indican un matrimonio normal, mucho menos saludable.
El problema es que la pareja está practicando lo que yo llamo presunción de bienestar. Él presume que ella está bien. Ella presume que él realmente así. (Para ser justo, quien tiene la costumbre de equivo carse más en eso es el hombre.
Los hombres se destacan por dejar a los problemas del matrimonio correr hasta los últimos minutos de la prorrogación y solo en el final, cuando ya está todo prácticamente perdido, intentan dar vuelta el juego.)