Mi hijo comenzó a tener fiebre, vómitos, dolor en las articulaciones y sangrado en los ojos. Tras ser hospitalizado le detectaron que padecía leucemia mieloide aguda (LMA). Él no sabía expresar lo que le dolía y cada día la situación empeoraba. Dada su condición el médico dijo que le quedaban tres horas de vida, yo no aceptaba ese diagnostico, como ya frecuentaba la Iglesia, usé mi fe, empecé a usar el agua consagrada y el milagro sucedió. Hoy, mi hijo está bien, sano y sin secuelas. Estoy muy agradecida con Dios, porque realmente, a los ojos humanos, era imposible que mi hijo se sanara, y a través de la fe, el milagro sucedió.
•• Sra. Jackelin, junto a su hijo Jhonny
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