¿Usted ya se imaginó quedarse viuda? ¡No! Lo sé, todos quieren evita pensar en este asunto. Pero al escuchar el audio de Vivine Freitas del pasado viernes me pongo en el lugar de una de ellas.
Quien la describió en la Biblia no menciona su nombre, pero si dónde vivía -Sarepta.
Había perdido al hombre que amaba, y se enfrentaba sola la peor crisis del siglo. No había agua, ni comida. Con un niño pequeño para criar, probablemente la idea de perderlo también la atormentaba día y noche. Ella buscaba de todas las formas multiplicar lo poco que tenía, administrando su miseria, pero cada día que pasaba, lo que más temía parecía ser lo inevitable. La muerte ya tenía día y hora marcada.
Y es entonces que aparece el héroe de la historia. En aquel día, en que la viuda se despertó sabiendo que iba a morir, con el rostro bañado en lágrimas, preparaba su última comida, mezclada con hierbas venenosas, por no soportar ver a su hijo morir, fue entonces que entró Elías, rompiendo la puerta de la casa con una enorme cesta de panes en la mano, y gritando dijo: ¡no lo hagas!
Luego la viuda ve estacionado una carroza cargada de alimentos, y gritando, y dando saltos de alegría… ¡Ehhhhhh…! ¡No! Esto tal ves sería una versión distorsionada de algún director de Hollywood, pero en el Reino de Dios, los Héroes de la Fe tienen actitudes muy diferentes.
Usted que es madre sabe lo que es renunciar, conoce lo que es negar su propia voluntad. ¿Cuántas veces deja de comer aquella parte del pollo que más le gusta, sólo para dárselo a su hijo? Y usted que es una hija sabe cuántas veces su madre deja de comprar algo para ella, para que usted lo tenga ¿verdad?
Elías sabía en la práctica el significado de esa palabra, sin embargo tenía un «Masterado» en renunciar. ¡Y vea la actitud de el!
Aquella mujer, cortando leña, se encuentra con un extranjero, que le pide agua. Era algo escaso, pero ella aún así no se negó a dar. Después osadamente, Elías le pide lo más precioso que ella tenía, lo que le proporcionaría algunas horas más de vida junto a su hijo. Era a eso a lo que ella se aferraba, su migaja de esperanza.
En esa fracción de segundos, hubo una batalla en su mente entre la palabra de fe que recibió y la imagen de aquella migaja de vida en el fondo de la olla.
Hubo entonces una decisión de fe: inteligente, obediente, definitiva – ella dio no sólo lo que era difícil, sino también su propia vida y lo que más amaba.
Para usted que se identifica con la situación de vida o muerte de aquella madre, está claro aquí porque la actitud de ella fue tan admirable, al punto de ser mencionada por el propio Señor Jesús. Basta de vivir con miedo, contando las horas para que la mala noticia llegue, o estirar los raros momentos de armonía que existe dentro de la casa, basta de tener una familia por la mitad y las constante amenaza de muerte
Aquella viuda decidió sacrificar, y tuvo que hacerlo con sus propias manos. Y el resultado, ella vio a su hijo ser librado de la muerte, y en eso conoció quien era el verdadero Dios de Israel. Y era la única en todos los reinos, a quien no le faltaba harina y aceite, o sea, la millonaria de la época.
Detalle: Sarepta era una ciudad de Sidón, territorio pagano, donde adoraban a Baal. Ahora usted entiende porque la Biblia hace énfasis en mencionar dónde era ella, incluso sin conocerlo, ella obedeció la palabra del Dios de Israel.