Hay una pregunta muy frecuente en las personas que están en la iglesia: ¿Por qué aún no recibí el Espíritu Santo? El siguiente pasaje bíblico nos ayudará con la respuesta:
“Cuando los apóstoles que estaban en Jerusalén oyeron que Samaria había recibido la palabra de Dios, enviaron allá a Pedro y a Juan; los cuales, habiendo venido, oraron por ellos para que recibiesen el Espíritu Santo… Entonces les imponían las manos, y recibían el Espíritu Santo.” (Hechos 8: 14, 15, 17)
Felipe descendió a la ciudad de Samaria, una ciudad cuyas personas no tenían un conocimiento profundo del Señor Jesús, y enseñándoles la fe cristiana hubo una conversión de forma masiva. Cuando esto sucedió, la iglesia envió a Pedro y a Juan, para que por la imposición de manos los samaritanos recibieran el Espíritu Santo.
La Palabra de Dios es la que produce un arrepentimiento verdadero, reconociendo así al Señor Jesús como lo más importante en su vida, dejando de priorizar a su familia y amigos, incluso su propia vida, para priorizar el reino de Dios. Para quien asume esta fe, es suficiente apenas que le impongan las manos para recibir el Espíritu Santo.
Los samaritanos recibieron el Espíritu Santo, porque ellos no se demoraron en entregarse de manera sincera a Dios, sin embargo, en los días de hoy, vemos que muchos que aceptaron a Jesús se tardan en entregarse y en elegirlo como el Señor de sus vidas. Aceptar a Jesús es fácil, lo difícil es seguirlo con obediencia a Su Palabra.
El Espíritu Santo es la plenitud de Dios, y para recibirlo es necesario estar vacío de sí mismo, dejando de colocar cosas y personas en primer lugar. Jesús enseñó que Dios nos da Su Espíritu sin medida… (Juan 3:34). Es decir, el Espíritu Santo es dado por Dios en su total plenitud, por eso, Él no acepta una entrega por la mitad, ni tampoco el 90%, Dios quiere toda su vida.
El Espíritu Santo es la plenitud de Dios. Para recibirlo es necesario vaciarse de sí mismo y colocarlo en primer lugar en su vida.
Muchos quieren recibir una vida bendecida y llena del Espíritu Santo, pero no están dispuestos a sacrificar sus vidas y voluntades a cambio del Reino de Dios.
Cuando usted se humille delante de Dios y se despoje de toda su vida pecaminosa, en ese mismo instante el Señor Jesús le limpiará con su sangre y le dejará preparado para recibir el Espíritu Santo, de ahí en adelante, el propio Señor Jesús vivirá dentro de usted, por medio del Espíritu Santo.
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