Dios no hace nada por casualidad y sin pensar. Si usted observa, desde los primeros días de la creación, Él fue cuidadoso con cada etapa del proceso.
Imagine, entonces, Su cuidado con la parte más importante que es nuestra salvación, pagada con un precio alto: la Sangre preciosa de Jesús derramada en la cruz.
Si usted pagara un valor alto por un proyecto, con certeza le gustaría que aquellos que quisieran formar parte de él, lo valoraran a tal punto que no fuera tratado de cualquier manera. Sino que pensaran muy bien si estarían dispuestos a hacer los sacrificios necesarios hasta el fin.
El Señor Jesús alertó sobre esto cuando dijo qué es necesario para seguirlo:
“Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame” (Lucas 9:23).
Sacrificio constante
Negarse a sí mismo quiere decir: su voluntad ya no es prioridad, sino la voluntad de Dios. Tomar la cruz —que es el sacrificio constante que esto conlleva— consiste solamente en seguirlo, lo cual significa: estar donde Él estaría y hacer lo que Él haría.
Pero, el Maestro no quiere que esa decisión sea tomada por un impulso. Tanto que, como consecuencia, ya avisó que sin esas actitudes usted no podría ser su discípulo. Y Él pidió que analizáramos muy bien la decisión de seguirlo.
Sucede de manera semejante, por ejemplo, con quien decide construir algo y planea antes los gastos para ver si logra concluir la obra y, por lo tanto, no sea motivo de bromas por haber empezado y no terminado (Lucas 14:27-33).
Y Él finaliza reforzando el aviso: “Así, pues, cualquiera de vosotros que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo” (Lucas 14:33).
¿Cuál es usted?
Pero muchos creen que ser cristiano es una aventura, un pasatiempo, una modita y no piensan en la seriedad de ese compromiso. Se impresionan por los milagros, están felices por la paz que sienten y por ver sus problemas siendo resueltos, pero cuando llega el momento del sacrificio personal, se sienten prisioneros. Argumentan que no tienen libertad de hacer lo que quieren, prefiriendo la prisión del pecado que la libertad en Cristo.
El obispo Edson Costa advierte que los tres tipos de cristianos están presentes en las iglesias:
—Cristiano artificial: Se trata de aquel que no tiene una fe propia. Es como si fuera un actor. “Hay personas que actúan muy bien, pero después aparece la verdadera versión, Judas fue un ejemplo”, dijo el obispo.
—Cristiano superficial: “Ese cristiano no tiene raíz. Todo lo que él hace no tiene profundidad. En el momento de la lucha, si la fe no tiene raíz, será sacudida y arrancada”, resalta. Un ejemplo de eso fue Pedro cuando negó a Jesús. Hasta ese entonces su fe era superficial.
—Cristiano auténtico: No necesita decir que es de Dios, porque su conducta lo demuestra antes de abrir su boca, pues tiene una relación profunda con Dios. “Su oración puede no ser bonita, pero es sincera. Todo compromiso que asume con Dios es sincera”. El apóstol Felipe es un ejemplo de ese tipo de relación con Dios. Al punto de ser el primero de sus discípulos en ser asesinado, pero no negó al Maestro.
Reflexione sobre cómo ha sido su trayecto con Dios y cómo ha tratado todo lo que Él le ha otorgado. No trate de cualquier manera lo que tanto le costó a Él.
“Y Me buscaréis y Me hallaréis, porque Me buscaréis de todo vuestro corazón” (Jeremías 29:14).