Abraham fue y aún es considerado un gigante de las sagradas escrituras. Él es un ejemplo notable de fe. Tanto es así que la Biblia lo denomina el “padre de la fe”.
Él era una persona común, enfrentó luchas y dificultades, pero fue exitoso al afrontarlas.
Pero, ¿qué fue realmente lo que lo distinguió de los demás hombres? ¿Cuál es la razón por la que es el único en llamarse amigo de Dios?
“… y se cumplió la Escritura que dice: Y Abraham creyó a Dios y le fue contado por justicia, y fue llamado amigo de Dios.” (Santiago 2:23)
Abraham se convirtió en mucho más que un personaje de la Biblia, y aún hoy en día su historia está viva y da a todos un excelente ejemplo. El “padre de la fe” fue criado en la ciudad de Ur, que a pesar de haber sido grande y próspera, era un lugar donde las personas adoraban a ídolos. Sin embargo, incluso ante esta situación, él no dejó de adorar y de rendirse al verdadero Dios. Por lo tanto, el Señor lo orientó a salir de su tierra e ir hacia otra que le mostraría. Abraham y su esposa, Sara, obedecieron las órdenes de Dios y más tarde fueron a vivir en tiendas en la tierra de Canaán.
Abraham y Sara aún no tenían hijos cuando Dios le prometió a Abraham que haría de él una gran nación. Él también le prometió que todas las familias de la tierra serían bendecidas a través de él. Más tarde, el Altísimo confirmó esa promesa. Él le dijo a Abraham que su descendencia sería tan numerosa como las estrellas del cielo:
“Y lo llevó fuera, y le dijo: Mira ahora los cielos, y cuenta las estrellas, si las puedes contar. Y le dijo: Así será tu descendencia. Y creyó al Señor, y le fue contado por justicia.” (Génesis 15:5-6)
Debido a la obediencia y a la fe de Abraham, Dios cumplió todas Sus promesas en su vida, incluso en su lecho de muerte: “Y exhaló el espíritu, y murió Abraham en buena vejez, anciano y lleno de años, y fue unido a su pueblo.” (Génesis 25:8)