Teníamos muchas deudas, vivíamos de préstamos a personas conocidas y en los bancos, porque nuestra situación económica era muy precaria.
No teníamos casa, el lugar donde vivíamos no tenía ni sillas para sentarnos, la comida siempre faltaba, y para tornar la situación más humillante, algunas personas nos regalaban cosas para mis hijas y para mí. Todo eso aumentaba mi desesperación y me llevaba a pensar que lo mejor era la muerte.
Para empeorar la situación, estaba enferma, sufrí con problemas en los riñones por quince años.
La agonía que sentía al ver a mis hijas sufrir era tan grande, que llegué a acusar a Dios de ser el responsable de todos mis sufrimientos, incluso dije que Él no existía.
Un día me invitaron a la Iglesia Universal, pero yo no acepté, pues había escuchado muchas cosas negativas de la Iglesia. Pero después de algún tiempo llegué a la conclusión de que no me costaba nada intentar.
Comencé a participar por curiosidad, para ver lo que pasaba en las reuniones, con el paso de los días me di cuenta que ahí estaba Dios y que Él se manifestaba a los que con fe lo buscaban.
Sin duda de que Dios sí existía Le entregué mi vida llena de fracasos, de sufrimiento, le di todo, de la manera en que llegué. Pues yo quería una nueva vida, la que Dios de Su voluntad me debía dar.
Participé de la Hoguera Santa, manifesté mi fe y Dios me respondió, a los pocos días conseguí un trabajo, las puertas comenzaron a abrirse, Dios me dio condiciones de adquirir mi casa propia, luego empezamos nuestro negocio de insumos médicos.
Dios transformó mi interior y me volvió una nueva mujer, con paz, visión y fe para conquistar. Hoy tenemos cuatro casas, carro, negocios, mi salud fue restaurada y también tengo lo más importante, el Espíritu Santo, Él es el eje de mi vida, quien me dio dirección en todo.
Yo puedo decir que, gracias a Dios, esa vida de humillaciones y fracasos quedó atrás, pero sirvió para que Dios manifestara Su gloria y Su poder. Él es el autor de mi felicidad, de mi vida transformada, de la restauración de mi familia, de la paz inagotable que tengo, de la fe que me impulsa a vencer cualquier problema que se presente, porque Él está conmigo.