Tras sufrir un derrame, comencé a padecer con un fuerte dolor de cabeza, los médicos no le encontraban una explicación a eso; decidí ir con un especialista, quién me dijo que era secuela del derrame, me indico que debía hacer terapia para no perder la movilidad del rostro. Ese diagnóstico me produjo indignación, pues nadie en esta vida quiere perder su salud; decidí apelar a la fe. Todos los domingos llevaba la botella con agua para recibir la Gota de Milagro, la bebía y determinaba el milagro. Hoy gracias a Dios no padezco más de ningún dolor, ni molestia.
•• Sra.Abigail Pachecho