El bullying sufrido en la infancia, me llevó a cambiar mi aspecto para ser aceptada por los demás.
Cada vez me gustaba más lo que era sombrío, con eso conseguí hacer más amistades. Estaba siempre rodeada de gente en el colegio, pero en casa, la tristeza y la angustia volvían. Acostumbraba a usar ropas negras y maquillaje impactante, que reflejaban la tristeza y oscuridad que estaban en mí.
Las amistades, las relaciones y la opción por varios tipos de entretenimientos ya no eran suficientes, para aliviar el dolor que cargaba en mi interior. La depresión comenzó a hacer parte de mis días, lloraba mucho, prácticamente todas las noches, y no tenía fuerzas para vencer aquella situación.
Fue así que comencé a pensar en la muerte, le pedía a Dios que me quitara la vida, no tenía valor para hacer algo en ese sentido, pero imaginaba cómo sería si yo cayese de un puente, fuese atropellada por un carro o recibiera un disparo.
Entendí que el Único, de quien yo necesitaba, era Dios, pues nada conseguía aliviar mi dolor y angustia. Participando los viernes, Dios iluminó mi interior, que antes era vacío y oscuro.
••• Caroline