Moisés murió, pero la obra del Altísimo estaba incompleta. Esto es, Israel aún continuaba en el desierto a la espera del momento de la conquista de Canaán. Para eso sería necesario un sucesor.
¡Vea que los siervos son sepultados, pero los sueños de Dios jamás lo son! Por lo tanto, lo que Él determinó tiene que cumplirse y, para eso, elige y capacita personas. Eso se reveló en la forma en cómo Moisés salió de la escena y la entrada del nuevo comisionado para la tarea, Josué.
Ente un versículo y otro del libro bíblico de Josué (1.1-2), percibimos el contraste entre él y Moisés. Josué había servido fielmente en las trincheras del ejército israelita. Además de eso, era buen estratega, luchador, corajudo y fiel asistente de Moisés. Todas esas cualidades, sin embargo, solo hicieron que él alcanzase, por un tiempo, el modesto título de “siervo de Moisés” e “hijo de Nun”
En cambio, Moisés fue elevado al alto puesto de “siervo del Señor” por el propio Todopoderoso. A pesar de que Moisés murió, la estima y la consideración del Señor Dios para con él continuó siendo la misma. Eso muestra que, aunque el trabajo de Su obrero terminó en la tierra, el título permanecía con él.
Cuando se es fiel a Dios hasta el fin, no hay menor chande de que seas un ex siervo. La fidelidad a Él atribuye tanta honra que garantiza la designación eterna.
Algo bien diferente de lo que sucede en el medio secular. La gente puede ocupar los cargos más relevantes del poder ejecutivo, legislativo o judicial, pero, en un determinado momento, “el tiempo terminará”. Pueden disfrutar de prestigio, respeto, privilegios y glamour, pero tiene fecha de vencimiento.
Esto significa que, en este mundo, siendo un siervo bueno o malo, un día te transformarás en un “ex” y serás olvidado incluso por los amigos cercanos. Ejemplos no faltan: ex presidentes, ex ministros, ex senadores, ex jugadores, ex artistas, etc.
En muchos casos, el dolor de perder el título y las regalías otorgadas son tan grandes que la persona se siente frustrada, al punto de no conseguir ya tener placer en la vida. Con eso, ellas siempre buscan crear alguna situación para volver a los halagos y llamar la atención de alguna forma.
Por eso, el justo no debe preocuparse con los aplausos y con los reconocimientos efímeros de este mundo, pues hay un tributo de gloria incomparablemente mayor: ser llamado por Dios como “Mi siervo”. El Altísimo tiene discernimiento perfecto de quién sirve al hombre y de quién Lo sirve. Además, Él conoce quién aprecia los bienes de la posición y se sirve de ella, y quien tiene como prioridad se ofrecerse a Él. El Señor sabe recompensar como nadie a aquellos que cargan los dolores de este difícil, pero extraordinario, servicio.
Y para finalizar, no pienses que Josué pasó la vida solo con el título de “siervo de Moisés”. La fidelidad y el temor de este hombre de fe también lo confirieron el título de “siervo del Señor”. Con todo, él solo consiguió eso meditando y obedeciendo integralmente las Enseñanzas Sagradas.