La semana pasada, una adolescente de 13 años saltó desde un puente en Estados Unidos. Eligió un camino sin retorno al intentar disminuir el sentimiento de verguenza que la atormentaba. Fue la peor decisión que pudo tomar.
Cada vez que veo noticias de este estilo, me pregunto a mí misma:”¿Cómo puedo evitar que esto suceda? ¿Cómo puedo hacer para que las personas comprendan el valor inestimable que tienen sus almas?” Solamente quién descubrió el valor de su propia alma, puede entender lo que estoy diciendo.
Sinceramente, me indigna mucho. Pero, si yo me quedase sentada, sintiendo apenas tristeza y lamentándome por la pérdida de una vida más que se fue de una manera que no tiene sentido; no resolvería nada. Encuentros, debates, páginas en Facebook, homenajes, velas, flores, fotos y muñecos de peluche no van a cambiar lo que sucedió ni van a frenar esta epidemia silenciosa que está ocupando la mente de la nueva generación de adolescentes que está surgiendo. Ellos no están preparados completamente para enfrentar el mundo real.
En el mundo que conocen, ser aceptado públicamente es como el aire que respiran. Ser conocido a través de videos de entretenimiento y “seguido” es hoy en día, la vía del éxito rápido y ya se convirtió en la nueva profesión más anhelada por los adolescentes.
La consecuencia de eso: esos futuros adultos no fueron preparados para el rechazo, para oír “no”, para enfrentar dificultades, resolver problemas o asumir responsabilidades. Claro, en el universo online es mucho más fácil ya que alcanza con eliminar de sus contactos a quiénes los critican.
Isabel saltó por no ver la cura para su dolor. La verguenza pública y la opinión ajena gritaron más fuerte que su autoaceptación, la que es generalmente baja en esa etapa.
La epidemia del siglo: amadores de sí mismos que aman más a su imagen que a su propia alma.
¿Existe un culpable? ¿Su papá se equivocó al cortar su cabello y exponerla públicamente? No me toca a mi juzgar, pero queda la lección para aquellos que todavían tienen oídos para oír:
- Respete los límites: los suyos y el de los demás, principalmente cuando se trata de hijos.
- Prepare a sus hijos para el mundo real: es nuestra responsabilidad hacer eso.
- Evite y enseñe sobre el exceso de exposición: tenga buen senso. Después de todo, no todo debe ser visto por el mundo entero.
¡Hasta la semana que viene!
