«Por tanto, no refrenaré mi boca, hablaré en la angustia de mi espíritu, me quejaré en la amargura de mi alma.» (Job 7:11)
Todos los que creen en la existencia de Dios saben que pueden clamar a Él y serán escuchados. Cuando derraman su corazón pidiendo perdón y ayuda al Altísimo, el milagro sucede rápidamente. Desde Su trono escucha y responde a los que sinceramente lo invocan en cuerpo, alma y espíritu.