Siempre escuché decir a mis familiares que yo era la más fea entre mis hermanas, también me daba cuenta que mi padre me consideraba una inútil, me sentía cohibida y cuando había una fiesta siempre me alejaba, no conversaba con las personas por miedo a decir algo mal y que se burlaran de mí. Para que mi papá me valorizara, estudiaba cuántos cursos me indicaban, pero nada daba resultados, tiempo después, por la falta de afecto, me volví rebelde. Los años pasaron y todo empeoró , empecé a oír voces que me decían que me matara y que matara a mi familia. Pensando que ahora sí iba a sentirme amada, me casé, quedé embarazada enseguida, después de nacer mi hija empezaron los problemas, ya que ella lloraba por las noches y eso molestaba a mi esposo al punto de que él se iba y me dejaba sola en casa. Empecé a sufrir de nerviosismo y a sentirme despreciada. Fue así que llegué a la Iglesia Universal, después de la oración me sentí mejor y decidí empezar a frecuentar la Iglesia ya que yo quería resolver los problemas que habían en mi matrimonio, lo que no me daba cuenta era que Dios no sólo quería resolver ese problema, sino que Él quería hacer todo nuevo en mi vida. Cuando comprendí que debía colocar a Dios en primer lugar, nació en mí el deseo de tener el Espíritu Santo, empecé a realizar propósitos, me alejé de todo lo que era secular y me enfoqué en buscar la presencia de Dios. Más allá de tener una familia bendecida hoy tengo a Dios viviendo en mi.
•• Lucia Sabino
LA VERDADERA FELICIDAD VIENE DEL ESPÍRITU SANTO
Siempre vi el matrimonio de mis padres como un ejemplo y yo quería encontrar una mujer así para formar un hogar, pero todas las novias que tenían no querían nada serio, por causa de las decepciones amorosas que sufrí, empecé a frecuentar discotecas, a ir a fiestas, todo con el fin de buscar mi pareja ideal, la mujer que me hiciera feliz. Nada de lo que hacía daba cierto, en una semana llegué a tener varias citas y no lograba encontrar esa mujer. El desconcierto y la soledad aumentaban en mi interior, me sentía solo y carente de afecto. Un día recibí una invitación para asistir a la Iglesia Universal, al inicio en mi hubo un rechazo, por todo lo que había oído, pero luego decidí ir, allí aprendí a usar mi fe, que comencé a levantarme, pero sólo eso sucedió cuando coloqué a Dios en primer lugar. Empecé a buscar el Espíritu Santo, ya que sólo Él podía llenar ese vacío que había en mí, dejé todo de lado, me alejé de las cosas seculares y me enfoqué en buscar la presencia de Dios. Ahora lo admito, la soledad que sentía no era sólo física sino espiritual ya que me hacía falta la presencia del Espíritu Santo. Hoy no sólo tengo paz y la alegría que viene de Dios, sino un matrimonio feliz, ya que está sustentado en la palabra de Dios.
•• Fernando Pereira y esposa