Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse,” Filipenses 2: 5-6
Aferrarse quiere decir agarrarse a algo con todas las fuerzas. Y eso es exactamente lo que sucede en los días de hoy con aquellos que son hijos de Dios, viven aferrados a Él, sin embargo, el Señor Jesús tuvo que desprenderse del Padre, dejó de ser Dios para volverse un hombre común. En cambio, el ser humano debe dejar de ser un hombre común, pecador y normal, para ser hijo de Dios, pues muchos no son bautizados con el Espíritu Santo porque aún están aferrados al mundo. «sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.
Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla… para gloria de Dios Padre”. Fp. 2: 7-9, 11
El nombre del Señor Jesús está por encima de todo, y toda lengua confesará que Jesucristo es el Señor y que solo Él merece ser adorado, porque nos libró de la muerte.
Puede ser que usted no crea más en sí mismo, que se sienta indigno y excluido, como si fuera un cero a la izquierda, sin embargo, es justamente a este tipo de personas, que el Señor Jesús escoge para que glorifiquen Su nombre y, a cambio, Él hace lo que nadie en este mundo hizo por ellas. Él les da la oportunidad de una nueva vida.
Aquellos que reconocen a Jesús como Señor de sus vidas, no temen a nada de lo que acontece en este mundo, porque fueron advertidos por la Palabra de Dios y aprendieron que lo único que deben hacer es aferrarse a Jesús hasta que Él vuelva.
UN DÍA ENTENDÍ EL POR QUÉ HABÍA SUFRIDO TANTO TODA MI VIDA”.
Fernanda Quichimbo (Universal Cuenca)
En casa era tranquila y no daba problemas, además era buena estudiante. Sin embargo, veía sombras extrañas, sufría pesadillas, escuchaba ruido de cosas moviéndose, encontraba huesos y cosas raras.
Tenía complejos de inferioridad, eso me llevó al vicio de la pornografía. Pasé a vivir de esta en esta, bebía mucho, hacía cosas erradas buscando la aceptación de los demás, pero siempre terminaba sintiéndome sucia, como si estuviera maldita y no creía que alguien pudiera quererme con sinceridad.
Lloraba mucho en las madrugadas, tapaba mi boca con la almohada y gritaba en silencio. Ya asistía a la Iglesia desde los 10 años, pero no tomaba a Dios en serio, incluso, antes de salir para hacer cosas erradas, le pedía que me protegiera.
Llegó un tiempo en que el dolor en mi alma era tanto que fui a la Iglesia decidida a buscar a Dios, después del mensaje de fe, por primera vez le entregué mi vida de verdad y le pedí perdón. Desde aquel día no fui más la misma.
Después recibí el Espíritu Santo y nunca más me sentía sucia, sola o vacía. Hoy tengo paz, soy una mujer segura y feliz. Aprendí a sacrificar en cada Campaña de Israel haciendo mi mayor expresión de fe, por lo cual Dios me ha sustentado aun cuando paso por luchas o dificultades. Hoy soy una mujer realizada, me casé con un hombre de Dios que también había vencido sus problemas.
A través de la fe conquistamos dos negocios, uno de distribuidores de frutas y otro de bienes raíces. Aquella Fernanda de espíritu débil no existe más, porque Dios colocó Su Espíritu en mi interior.