Todos esperan por el gran día, aquel día en que sus vidas cambien, que dejarán de sufrir, que el matrimonio será restaurado, que serán curados, el gran día en que sus problemas serán solucionados, todos esperan ese gran día.
Pero ¿qué es necesario hacer para que este gran día llegue?
Ese gran día dependerá de la entrega de cada uno en el Altar de Dios, para esto es de suma importancia entender que la voluntad de Dios es la que debe prevalecer en nuestra vida ya que el Señor Jesús enseñó: “Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra”. (Mateo 6:10)
No podemos querer entregar nuestra vida en el Altar de Dios, queriendo realizar apenas nuestros sueños, pero sí deseando que el sueño de Dios se realice en nosotros.
Dios tiene placer de recibir su vida en Sus manos, pero es necesario que usted tenga placer de hacer la voluntad de Dios, sin ser obligado, y sí, haciendo uso de su libre derecho de decisión.
Cuando nos ponemos a disposición de la voluntad de Dios para nuestras vidas, estamos impidiendo que la ansiedad tome cuenta de nosotros.
La desventaja de las personas que no tienen el Espíritu Santo, es que ellas se apoyan en lo que poseen, pensando en garantizar su futuro aquí en este mundo, pero todo esto un día terminará… “Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre”. (1 Juan 2:17).
Dios quiere darle un nuevo nombre, un nuevo semblante, una nueva identidad; y que su nombre sea escrito en el Libro de la Vida, Él quiere habitar en su vida, quiere que usted reciba la mente de Dios y se convierta en el perfume de Jesús en este mundo; así su vida tendrá un antes y un después, y todos podrán ver esa diferencia.
En el camino de su vida, los desiertos y luchas serán inevitables, pero cada día usted irá venciendo y afirmando su fe, hasta que ésta se torne invencible. Dios usará las luchas para su bien, para su fortalecimiento y crecimiento de su fe.
La fe inteligente lo conduce a colocar toda su vida sobre el Altar de Dios; de esta manera el Espíritu Santo descenderá sobre su vida, para guiarle y llevarle a Canaán, la tierra que Dios prometió para Abraham y para su descendencia por la fe.