En mi familia había constantes peleas, a raíz de esto mis padres se separaron, esto me arrastró a la depresión y al deseo de quitarme la vida. Comencé a refugiarme en amistades y en el trabajo pensando que la angustia y la tristeza iban a terminar, pero fue todo lo contrario.
Empecé a frecuentar la Iglesia Universal y desde el primer día recibí paz. Al pasar el tiempo entendí la importancia de entregar mi vida a Dios por lo que decidí Bautizarme en las Aguas y consecuentemente tener el Espíritu Santo; hacía propósitos, meditaba en la palabra de Dios y así la tristeza, angustias y los problemas emocionales desaparecieron. Hoy tengo Paz y soy muy feliz, sirvo a Dios con mucha alegría, solamente Él me pudo dar lo que en ningún lugar pude encontrar.
Sra. Tania Carchipilla
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