Antes de llegar a la Iglesia Universal, tenía muchos problemas en todas las áreas de mi vida. Desde pequeña sufrí con tiroides y debía tomar una pastilla de por vida, además era muy miedosa, estó me llevó a ser una mujer insegura y con muchas variaciones en mi carácter.
Fui tratada en un hospital psiquiátrico, pues pensaban que estaba loca.
Después de casarme me detectaron quistes, cálculos en los riñones y no podía tener hijos.
Mis padres me llevaron a los brujos, pero no resolvieron nada, me hacían “limpias” que al contrario de mejorar mi estado, empeoraba.
En aquel tiempo comencé a sufrir con disturbios espirituales, veía sombras extrañas que me alteraban los nervios.
Al llegar a la Iglesia Universal aprendí a usar mi fe en cada reunión en la participaba, así fui curada y liberada de todos los males que habían en mi vida y en mi familia.
Cuando recuerdo el pasado doy gracias a Dios por todo lo que Él ha hecho por mí.
El día más feliz de mi vida fue cuando tuve un encuentro con Dios, ese día todo cambió, mi forma de pensar, de ver las cosas, la forma de enfrentar los problemas, supe lo que es tener una paz real y verdadera.
Nació dentro de mí una alegría enexplicable, desde aquel día tuve la certeza de que nunca más estaría sola.
Placer de vivir, paz, alegría, excelente relación con mis hijos, quienes también viven por la fe, familia unida, amistades sinceras y verdaderas, valor para luchar, determinación para conquistar y realizar mis sueños, equilibrió emocional, entre algunas carcateristcas, son parte de la nueva identidad que Dios me dio.
Vivir por la fe es la mayor y mejor inversión que ya hice.