Antes de llegar a la iglesia Universal, mi vida estaba completamente destruida, en mi matrimonio sólo había peleas, discusiones, no había paz, yo era una persona nerviosa, estaba sumergido en el vicio del alcohol.
Desde que empecé a participar de las reuniones que se daban en la iglesia, comenzó a haber un cambio, dejé el vicio del alcohol, el nerviosismo, pero dentro de mí aún faltaba algo, fue cuando empecé a priorizar el Espíritu Santo, participando de las reuniones de miércoles fui teniendo ese amor y ese deseo de que Dios viva en mí, Cuando recibí el Espíritu Santo todo cambio, en mi interior había esa alegría y paz inexplicable que sólo lo puede dar el Espíritu de Dios.