“Cuando sus gobernantes sean lanzados desde los despeñaderos, sabrán que mis palabras eran bien intencionadas.” Salmos 141:6
Los “gobernantes” aquí no son justos, sino perversos; aquellos que usan su autoridad y poder para hacer el mal. El salmista dice confiadamente: “Cuando sean lanzados desde los despeñaderos…” Los que practican el mal serán derrumbados, con seguridad. No tenga dudas de la mayor justicia del más perfecto Juez, que es Dios. Él mismo Se encargará del tropiezo y de la caída de los perversos.
Es por eso que David, cuando era perseguido por Saúl y su ejército, no se preocupó por hacer justicia con sus propias manos. Dos veces tuvo la oportunidad de matar a Saúl, pero prefirió dejar que Dios lidiase con él. Y la justicia de Dios fue perfecta.
Si el injusto lo persigue, persiga al Justo Juez. Preséntele a Él su causa.
Muchas veces somos tentados dentro de una relación a pagar el mal con el mal, a devolver lo que nos hicieron, a vengarnos de un mal que el otro nos hizo. Sin embargo, más fuerte que eso es pagar el mal con el bien. Es como “amontonar brasas sobre la cabeza” de esa persona (Proverbios 25:21-22). El bien que usted hace a cambio del mal recibido, actúa como fuego en la conciencia de la persona.
Pero no es solo eso. Note que la segunda parte del versículo dice: “…sabrán que mis palabras eran bien intencionadas.” Algunas lecciones preciosas están aquí:
- No sirve querer hablar con los malos mientras ellos están en lo alto del despeñadero. No van a oírlo. Solamente cuando caen del despeñadero es que están aptos para oír. A veces uno tiene que esperar y dejar que la persona se rompa la cara para que pueda valorar lo que usted dice. El orgullo antecede a la caída. Y la caída antecede a la humildad.
- Cuando la persona está con la cara bien rotita, ¡la tentación de decirle, “¡Te lo dije! ¡Yo te avisé!” es muy grande! Pero no pierda su clase. El dolor de la caída ya dirá esto por usted. Como David, deje que sus palabras sean bien intencionadas y no irónicas, de acusación o de escarnio. En todo momento, sean sus palabras para levantar, y no para derrumbar. El malo cae por su propia maldad y orgullo. Usted no necesita intervenir. Use siempre las buenas palabras y no las malas.