Dios sólo se puede revelar a los que son humildes, esa es la condición que Dios necesita encontrar en las personas para poder manifestarse en ellas. Por eso escogió y llamó a Abraham. Jesús dice en su primera enseñanza: “Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.” (Mateo 5:3)
No se trata de aquellos que son humildes económicamente, sino de los humildes de espíritu, los que están listos para aprender, escuchar y dar atención, tornándose vencedores, simplemente porque toman actitudes, a través de la fe dada por el Espíritu Santo.
Abraham vivía en medio de un pueblo idólatra, y no tenía conocimiento del Dios verdadero, pero él era HUMILDE, y esta característica llamó la atención de Dios:
“Pero Dios había dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré.” (Génesis 12:1)
Por esta razón, Dios está en búsqueda de personas humildes, para guiarles a una nueva vida y llenarlas del Espíritu Santo.
Infelizmente, el orgullo ha impedido que muchos den oídos a la voz de Dios, por eso están recibiendo lo peor de esta tierra, quedándose lejos de la Salvación Eterna.
El Señor Jesús nos dejó su ejemplo de humildad cuando oró diciendo:
“Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.” (Lucas 22:42)
La humildad de espíritu, consiste en renunciar a nuestra voluntad, para vivir en la voluntad de Dios, éste es el mayor de todos los sacrificios. Dios les proporciona a los humildes la fe obediente, la simiente de Abraham, para que vivan de acuerdo a Su voluntad; sin embargo, los orgullosos tienen dentro de sí la simiente del mal, por esa razón, no tienen oídos para oír y obedecer.
Es importante observar que la humildad, fue el inicio de la relación entre Dios y Abraham, sacándolo de una tierra idólatra y conduciéndole a una tierra que emanaba leche y miel, (símbolo de la vida eterna).
El tiempo ha pasado y muchos han perdido la humildad para oír y obedecer lo que Dios pide, ya que el orgullo les hace pensar, que ya saben todo.
El orgullo deja a las personas sordas espiritualmente, en cambio la humildad, siempre está búscando cómo agradar a Dios. Cuando Abraham recibió la orden divina para dejar su tierra, él no reclamó, no se excusó, simplemente obedeció. ¡Eso es humildad!