Esta semana hemos hablado sobre el orgullo vs la humildad y usted ya debe haber percibido que va totalmente en contra de todo lo que aprendió por ahí; ya sea en la televisión, las revistas, los sites, los libros, en las escuelas e incluso en casa. Lo que aprendemos es que tenemos que buscar enorgullecernos. Siempre ser y tener más que los demás. Sin embargo, con Dios no es así…
Con Él aprendemos justamente lo contrario:
Orar por nuestros enemigos.
Perdonar setenta veces siete.
Dar la otra mejilla, andar una milla más.
Los últimos serán los primeros.
El menor es el mayor.
Bienaventurados los que sufren injusticias, los que lloran, los mansos, los misericordiosos, los pacificadores, los perseguidos.
Tener buenos ojos.
Cuánto menos capacidad, más capacidad.
No tener nada es tener todo.
Vivir como el viento, sin saber a dónde va.
No cansarse de hacer el bien.
En fin…¡ya pudo percibir que no tiene nada que ver con la naturaleza humana!
Cuando practicamos la Palabra de Dios, vamos en contra de nuestra naturaleza y es así que comienza la humildad, con la práctica de la Palabra de Dios. ¡Con o sin voluntad, practique!