Muchas personas no se dan cuenta de que compararse con otros es la receta infalible para sentirse mal consigo mismas. Al final, el otro siempre parece más talentoso, bonito, exitoso y con un cargo más interesante que el suyo. Su espejo Observamos el comportamiento del otro y los mínimos detalles que pueden ser comparados y lo guardamos.
Al final, para evaluarnos y saber si estamos yendo en un buen camino, obteniendo buenos resultados, necesitamos de referencias. La comparación se trata, de un hábito que puede costar caro, pues lleva “desde un aumento de ansiedad a una posible depresión, pudiendo generar trastornos psíquicos cuando la persona se enfrenta con el otro y percibe que está muy lejos de llegar al modelo deseado. Durmiendo en la “red” de la comparación Hoy, gracias al botón “publicar”, disponible en varias plataformas de internet, cualquier mortal puede divulgar sus conquistas y viajes – Pero, quien ve una pantalla no ve vida real: ¿quién le garantiza que, por detrás de una foto reluciente, no hay angustias y problemas? ¡Piense en eso!
¿Hay solución? Primero, debemos entender que existe un aspecto positivo en la comparación, algo que nos incentiva a ser mejores como persona, a aprender a recibir y dar feedback y a usar ese mecanismo como algo que nos impulsa a la cima. En este proceso, el camino de piedras es y siempre será el autoconocimiento, pues, aunque es importante buscar referencias, lo más importante es aceptarnos, crear un plan de mejorías y colocarlo en práctica. ¿Es fácil? No, pero es posible.