Yo nunca me olvido de la primera vez que una de mis amigas se puso gafas. En aquella época, nosotras trabajábamos en Cape Town (Ciudad del Cabo) y éramos palo para toda obra…
Lavábamos la iglesia, evangelizábamos con el diario en las estaciones de ómnibus y de tren, atendíamos a las personas, trabajábamos como obreras, cuidábamos de la oficina…todo era hecho por ella, otra esposa de pastor y yo. Solo que esa esposa de pastor era más lenta y eso, casi siempre, la dejaba para atrás en la rutina del día a día en la iglesia.
Hasta que un día descubrí que ella nunca se había hecho un chequeo en su vista; entonces, la lleve a un oculista y para mi sorpresa, la graduación de sus lentes iba a ser muy alta. ¡Ella, prácticamente, no veía!
Me acuerdo cuando la vi colocarse su primer par de anteojos y también cuando ella vio por primera vez los colores, el cielo e incluso su propio rostro. Ella quedó muy emocionada y yo también. ¡Ella solo supo que no veía a los dieciocho años!
Hoy en día, eso tal vez no sea muy común en las grandes ciudades, pero existe otro tipo de ceguera que es mucho peor: la ceguera interna.
¿Cuántas personas no consiguen ver en la vida y viven intentando resolver sus problemas a través de otras personas?
“Mi marido no me da atención…
Mi novio me miente…
Mi mamá solamente pelea conmigo…
Mi hija no habla conmigo…
Nadie me entiende…
Todo el mundo quiere un pedazo mío…”
Sí, yo sé que los puntos de arriba muestran que los otros tienen algún tipo de problema, pero usted no puede cambiarlos. Entonces, ¿para qué quedarse reclamando de algo sobre lo que no puede hacer nada al respecto? ¡Es pérdida de tiempo!
Sin embargo, ¿usted hace todo eso? Pregúntese:
Mi marido no me da atención, pero yo…¿me la doy? ¿Qué es lo que hago por mí? ¿Será que soy la mejor mujer que puedo ser? ¿Qué es lo que aparta a las personas de mí?
Mi novio me miente y yo acepto eso. ¿Por qué? ¿Por qué yo me someto a ese tipo de relación? ¿Por qué yo no me valorizo?
Mi mamá solo pelea conmigo pero yo, ¿qué tipo de hija soy? ¿Será que no es por la forma que la trato o evito? ¿Será que yo no puedo apreciarla más que a mis ídolos o amistades? Después de todo, ellos no se preocupan tanto por mí como lo hace ella.
Mi hija no habla conmigo, ¿por qué? ¿Será que yo no soy una madre muy exigente? ¿Será que no es porque ella está pasando por un problema grave y no tiene ganas de hablar conmigo? ¿Qué es lo que puedo hacer para acercarme más a mi hija y hacerla sentir cómoda conmigo?
Nadie me entiende y yo, ¿consigo entenderme? ¿Será que yo no soy muy exigente con las personas y no me veo desde el punto de vista de ellas? ¿Cómo es la forma en la que hablo con las personas? ¿Será que mis grandes expectativas sobre las personas no ha sido un obstáculo para hacer nuevas amistades y ser más misericordiosas con ellas?
Todo el mundo quiere un pedazo de mí, pero ¿no será porque yo siempre digo que “sí” para todos? ¿Por qué yo no consigo decir que “no” para las personas? ¿Será que no es por una satisfacción temporaria que intento agradar a todos menos a mí?
La ceguera interna va más allá de esas preguntas, pero comienza con ellas al preguntarse aquello que, tal vez, usted nunca tuvo coraje de preguntarse. Cuánto usted más se haga preguntas, más usted va a descubrir hasta llegar a lo más íntimo de su alma y reconocer que el problema principal no está en las personas y sí en usted – ahí sí, usted podrá buscar la cura interior.
En la fe.