No es nada fácil describir algo tan personal.
Me acuerdo de la primera vez que oí hablar de espiritualidad y luego, me interesó. Pero, parecía ser de otro planeta, inaccesible para mí en aquella época. Entonces, la primera cosa que empecé a hacer fue leer la Biblia.
Yo pensaba que cuánto más leyese la Biblia, más espiritual iba a ser. Cuando llegué a la adolescencia, ya había leído toda la Biblia. Ella estaba toda subrayada y cada pasaje que hablaba conmigo, tenía un color de lapicera diferente hasta que la Biblia quedó totalmente colorida jaja…Sin embargo, no fue por eso que me volví espiritual.
También, buscaba orar siempre que me acordaba de orar. Yo tenía mucho miedo de ir para el infierno así que le vivía pidiendo a Dios perdón por mis pecados, aunque en el fondo, no tenía consciencia de ellos.
No, amigas…nada de eso es espiritualidad.
Mi espiritualidad surgió después…
- Cuando la lectura de la Biblia dejó de ser un hábito obligatorio y pasó a ser una meditación linda.
- Cuando comencé a hablar con Dios porque yo quería estar más cerca de Él y no porque quería algo de Él.
- Cuando empecé a ir a la iglesia con una inmensa voluntad de oír Su voz en lugar de ir porque mis padres iban.
- Cuando comencé a compartir todo lo que Dios me había dado con otras personas.
- Cuando entendí que yo dependía de Dios para todo y que sin Él, nada de lo que hiciese podría ser exitoso.
- Cuando aprendí a depender de Él y no de la fuerza de mi brazo.
- Cuando dejé de justificarme y esperé que Su justicia hiciese eso por mí.
- Cuando me libré de mis inseguridades y emociones negativas para vivir por la fe.
- Cuando finalmente dejé de ver el brillo del mundo.
- Cuando fui en contra de mi voluntad para hacer la voluntad de Dios.
- Cuando aprendí a sacrificar.
Todo eso todavía es válido hoy y yo no puedo dejar de practicar esa lista ni un solo día, sino mi espiritualidad es afectada directamente y yo me vuelvo débil. Eso ya sucedió algunas veces y tuve problemas serios como consecuencia. Por eso, invierto en mi espiritualidad todos los días y aún así, no es nada fácil. Imagínese a quién no invierte nada.
En la fe.