Por 5 años padecía con diabetes, enfermedad que causa el 60% de las muertes en el país.
Siempre que iba a los controles médicos, salía del consultorio decepcionada, pues mi glucosa se elevaba a 300. Muchas veces pensé que estaba condenada a llevar esta enfermedad conmigo.
Pero participando en las reuniones de la Iglesia Universal aprendí a no aceptar todo aquello que de alguna manera me hace infeliz, por eso emprendí una lucha y haciendo varios propósitos de fe en la Iglesia estoy curada.
Ya había hecho tratamientos, tomado muchos medicamentos, pero no tenía esperanza de ser curada. Ahora todo es diferente, mi glucosa está normal, en 81, los médicos se asombraron al realizarme nuevos exámenes y constatar que ya no tengo diabetes.
Este milagro lo atribuyo a Dios, pues confié en Sus promesas, nunca desistí y hoy los resultados me complacen, porque Dios no me decepcionó sino que me curó completamente.