Críticas y ataques han sido muy comunes a lo largo de los años hacia la Universal, y nosotros ya estamos “curtidos”, o sea, estamos en cierta forma acostumbrados y preparados para eso. Guardamos nuestras fuerzas y argumentos para rescatar a los afligidos, no para defendernos. Y, al leer estas palabras, no quiero que usted piense que intento cambiar la opinión de quien piensa como la lectora que nos atacó con su comentario. Quiero, ayudar a aquellos que, por desconocimiento no entienden la espiritualidad del Templo.
Reyes y presidentes tienen sus palacios; millonarios tienen sus mansiones; instituciones privadas y públicas tienen sus sedes monumentales, y ¿por qué será que hacer para Dios algo que honre a Su Nombre incomoda tanto?
Ese fue el deseo del rey David, hombre con estrecha comunión con el Altísimo. Él habitaba en su palacio mientras la morada de Dios entre los hombres era una tienda. Al revelar su noble intención en construir un lugar donde si pudiese adorar y ofertar de manera más sublime vista en la Tierra, Dios no solamente aprobó como hizo el proyecto con todos los detalles, de acuerdo a Su gusto.
El propósito no es contener a Dios en un lugar como cualquier templo podría monopolizar o confinar su grandeza. En la oración inaugural, Salomón ya tenía ese entendimiento y dijo: “He aquí, los cielos y los cielos de los cielos no te pueden contener: ¿cuánto menos esta casa que he edificado?” (2 Cr 6:18).
Sus atributos de Omnipresencia, Omnisciencia y Omnipotencia no deben inhibir el deseo de hacer cosas grandes para Él. Al contrario, eso es un estímulo, pues servimos al Dios que no puede recibir cualquier cosa, de cualquier manera.
La intención de agradar a Nuestro Señor intensifica delante de todos la fe y Su valor para nosotros. Por esa razón, construimos esta obra con nuestros diezmos y ofrendas voluntarias. ¡Ni un céntimo de dinero público!
Hicimos cuestión de erguirlo y ahora mantenerlo con las puertas abiertas con todo su costo.
Y eso, sin colocar una pancarta de la Universal, pues el Templo pertenece a todos los pueblos. No es propiedad de un hombre. Si Dios no lo quisiese, o hubiese visto alguna maldad en el propósito de construirlo, podría haber impedido que la obra siguiese adelante.
A los que piensan que se gastó mucho y que ese dinero podría haber sido usado para ayudar a los pobres, sepan que ese también fue el argumento de Judas al ver a una mujer derramando su valioso perfume a los pies del Señor Jesús. Es común el ser humano invertir en aquello que más ama. Como un padre que ama a su hijo e invierte en él; la persona que ama su cuerpo invierte en su salud; y muchos otros ejemplos. Pero, cuando no hay amor, todo es visto con los ojos de Judas: “¡Que desperdicio!”
Los necesitados que entraren en el Templo tendrán la oportunidad no solo cambiar su condición social, sino también de ser salvos. ¿Existe ayuda más grande que esa?
Por último, se está proporcionando un servicio al Evangelio cuando nos ponemos a disposición de aquellos que deseen aprender un vasto conocimiento sobre la historia de Israel, los templos y los principios de la fe bíblica.
Todo en tres construcciones, el Templo, el Tabernáculo y el Cenáculo, abastecidos con piezas cuidadosamente estudiadas y recreadas.
Quizá usted no habló, pero silenciosamente cuestionó esta obra al oír lenguas feroces.
El Templo ha promovido los valores espirituales, por esa razón, el Espíritu Santo también lo ha impulsado para el mundo. No pierda la oportunidad de ser grandemente bendecido al visitarlo.