Imagine un hombre criado en medio a la idolatría, sin ningún conocimiento de las cosas espirituales y que se convierte al Todopoderoso a los 75 años de edad. Más allá de eso, decide obedecer la orden Divina de dejar su tierra y sus familiares para empezar una nueva vida.
Su nombre era Abram y estaba casado con la bella Sarai. Ellos vivían en Ur de los Caldeos, una ciudad cosmopolita, que ofrecía las cosas más modernas en la época. A pesar de tener la vida establecida junto a las personas que amaban, necesitaban dejarla hacia tras. Y en ese momento no había un destino escrito,tampoco un mapa, ellos solo tenían una promesa.
En la despedida de todos los familiares, amigos y conocidos, estaba claro que era un viaje sin regreso. Las amigas de Sarai ciertamente sintieron lástima por verla colocar sobre los lomos de los animales toda su vida, y tener que cambiar el confort de su dulce hogar por lo incomodo de las tiendas, para vivir con Abram como peregrinos.
Sepa que, en el pasado, la familia era un clan indivisible, pues solamente de esa manera podría garantizar sus posesiones y perpetuar su nombre. Los miembros solo se separaban por motivos graves, como huida por crímenes o por catástrofes naturales.
Y no fue porque Abraham se convirtió y obedeció a Dios de inmediato que su vida fue fácil. ¡Al contrario, él vivió grandes batallas! Era un hombre trabajador que enfrentaba los desafíos. Gracias a eso, y sobretodo a su fidelidad, se tornó riquísimo.
Su comitiva era grande: muchos siervos, animales y bienes. Pero, traía una frustración enorme en su pecho: el dolor de no tener un hijo. Muchos años habían pasado desde que recibió la promesa de tener una descendencia, pero él y Sara ya eran de avanzada edad y no habían generado un hijo, que era la promesa.
Todas las noches, al reunirse alrededor de la hoguera, él veía a las familias numerosas de sus siervos. Hasta mismo el pequeño damasceno Eliezer se tornó hombre y su siervo más fiel, pero él mismo no podía abrazar a su hijo todavía. En el silencio de su alma, miraba hacia Sara, ya envejecida y frágil, y seguían apenas los dos.
Pero en una de las noches más oscuras de su tristeza e inquietud, fue capaz de ser osado al hablar con Dios.
¿Sabe lo que es llegar delante del Altísimo y decir:“De que me sirven todas Tus dádivas si no tengo hijos; si Eliezer, de Damasco, se quedará con mi herencia? Génesis 15:3
O sea, “Tengo tanto, pero lo que más deseo aun me falta”. Delante del argumento del viejo Abraham, vino una de las invitaciones más fascinantes de las Escrituras:
El Altísimo lo condujo hacia fuera de la tienda y le mandó levantar los ojos hacia los cielos.
La oscura noche se transformó en el cielo más estrellado visto por un hombre, con los ojos. Aún con su visión cansada pudo contemplar lo que ningún científico jamás vio. El ejercito de estrellas, cariñosamente llamadas por el propio nombre por el Altísimo, estaba allí delante de él.
“Tu descendencia será como las estrellas del cielo”, dijo el Señor.
Delante de ese cielo ornamentado, viene la pregunta: ¿cuantas estrellas existen en el Universo?
Un estudio realizado para catalogar el mayor número posible de ellas, con la ayuda del más potente telescopio, contabilizó 84 millones, en apenas 1% del cielo conocido por los científicos.
Se calcula que solo en la Vía Láctea existan de 200 a 500 billones de estrellas y cerca de 1.500 a 2.500 billones de galaxias.
Y para intentar cerrar el censo, sorpréndanse : puede haber más de 100 trillones de billones de estrellas en el Universo, según el Observatorio Astronómico de la Universidad Federal de Minas Gerais (UFMG) en Brasil.
¿Será que esos números no son capaces de iluminar hoy nuestro interior y engrandecer nuestra visión, como aconteció con Abraham en aquella noche?
¿Qué son nuestros problemas delante de tamaña grandeza? Quizá su noche haya sido larga… Y la espera por un milagro esta trayendo angustia a su alma. Es el hijo que no se convierte; un problema crónico de salud; la vergüenza de la dificultad financiera; la soledad; el vicio de un familiar etc. No conocí hasta hoy un solo cristiano que no tuviese “esperas celestiales”. Aún los más fieles, como Abraham, pasan por una larga espera de Dios.
¿Qué se puede hacer? Hay que seguir creyendo y luchando. La solución está en mirar siempre a lo Alto y jamás hacia las circunstancias. ¡Y caso usted no quiera contemplar las estrellas, al menos vea que tremendo es el Dios que nos creó! Solo en el cuerpo humano se estima que haya 50 billones de células. Para mostrar Su cuidado para con nosotros, Él afirma que hasta mismo nuestros cabellos están contados. Lc 12:7
Mientras Abraham suspiraba por un único hijo, a su espera estaban millones, incluso nosotros.
Si creemos, tendremos en los brazos nuestro “Isaac”, alcanzaremos nuestro sueño con lindas canciones y hasta daremos un banquete, como hizo ese padre de 100 años de edad, que hizo fiesta hasta cuando su hijo fue destetado, jeje.En aquel campamento todo pasó a ser sonrisas.
Abraham no fue un hombre perfecto. Pero, cuando creyó y perseveró, probó que quien anda en la fe se vuelve perfecto.
¡Hasta la próxima semana!