A veces, ni yo tengo ganas de orar – y soy un obispo. Eso es normal. El ser humano es muy inconstante. Un día siente que puede conquistar el mundo. Al día siguiente, ni quiere estar en el mundo.
Sentimientos…Si vivimos por ellos, estamos perdidos.
Gracias a Dios hay una alternativa: Hacer lo que tenemos que hacer, y no lo que sentimos ganas de hacer.
Cuando yo no tengo ganas de orar, esto es lo que yo hago: Oro de todos modos. Y al igual que un montón de cosas en la vida, una vez que empiezas a hacer algo, seguidamente le nace el deseo por continuar haciéndolo.
Primero viene la moción, y después la emoción. A veces no tengo ganas de comer, pero después que empiezo, quiero comer más…Tuve que comenzar a escribir este post, antes de que tuviera ganas de hacerlo. Odio escribir. Me encanta haberlo escrito.
Creo que ya entendió la idea.
Lo principal es tener bien claro en su mente que usted definitivamente NECESITA orar. No es una opción. Claro que para muchas personas lo es (porque no saben lo que se estás perdiendo), pero no para usted. Las consecuencias serían mucho mayores que el pequeño esfuerzo que usted tiene que hacer para orar.
Tal vez usted no haya hablado con Dios últimamente No ha tenido deseo de hacerlo. No importa. ¿Está a solas ahora? ¿Puede ir a un lugar reservado? Entonces pare de leer esto, y haga una oración. Durante dos minutos o veinte, no importa. Diga lo que tenga que decir y listo.
Después, regrese aquí y envíe sus comentarios sobre cómo se sientió después de hacer esto.
Vaya ahora. ¿Aún está ahí?