Devolver las primicias es reconocer que Dios es Señor de todas las cosas. Cuando alguien da sus primicias está reconociendo que Dios es el Señor, no sólo el Señor de su vida, sino también de lo que produce. Todo (100%) pertenece a Dios. Cuando Le damos las primicias (10%) de todo, es para dejar el 90% restante para nuestro uso, pero con Su bendición.
En otras palabras, todo (100%) pertenece a Dios, nosotros Le entregamos el 10%, para que podamos tener el privilegio de usar el otro 90%.
El Señor dijo: “Si yo tuviese hambre, no te lo diría a ti; porque mío es el mundo y su plenitud. ¿He de comer yo carne de toros, o de beber sangre de machos cabríos? Sacrifica a Dios alabanza, y paga tus votos al Altísimo; e invócame en el día de la angustia; Te libraré, y tú me honrarás” (Salmos 50:12-15).
Dios aclara que si Él necesitara dinero, no nos lo pediría ¡porque todas las cosas son Suyas! Pero si pagamos nuestros votos y Le ofrecemos alabanza, entonces Se agradará de nosotros e incluso nos contestará cuando clamemos a Él en el día de la angustia. El propósito de las primicias no era consagrar la cosecha, sino “desconsagrarla”. Pues todo pertenecía a Dios hasta que la primera porción, las primicias, fuera ofrecido y aceptado en lugar del 100% completo. Sólo después de hacer esto, el hombre podía usar el otro 90% para sí. Así mismo, la primicia representa al Primogénito de Dios, a Jesucristo, el Hijo del Altísimo, quien fue dado a los hombres por Dios para redimirlos para Él. Esta es la razón por la cual debemos dar las primicias.
A causa de la misería pensé en matarme
Con mis hermanos salíamos a pedir para comer y cuando no conseguíamos nada nos alimentábamos de caracolas que había en una laguna detrás de mi casa. En la adolescencia quedé embarazada, cuando mi hijo cumplió siete meses de vida, mi esposo nos echó a la calle. Pasamos tanta hambre que preferí ir a vivir en un basurero, él necesitaba leche para alimentarse y yo le daba agua con azúcar porque no tenía. Así él terminó internado al borde de la muerte, estaba desnutrido, en ese momento pensé en tirarme de un puente con él.
Al conocer la Iglesia Universal y recibir las orientaciones aprendí que para que mi vida cambiara, debía ser fiel a Dios con mis primicias, mi fidelidad cambió mi vida, ahora mi hijo es un niño sano,puedo darle una alimentación saludable. Tengo una familia feliz, compramos nuestra casa y tengo una vida económica próspera. María Zoila Acosta