Quien ha acompañado la historia de Nabucodonosor en la novela “El Rico y Lázaro”, que está pasando en Brasil, debe haber quedado impresionado con los últimos acontecimientos en la vida del hombre llamado “rey de reyes” de tan poderoso que era en su época.
Una de las enseñanzas que este episodio revela es cuánto Dios lucha para alcanzar a una persona perdida. Él emplea todos los recursos para salvar a los más simples y también a los más poderosos. Él ama y quiere el bien de todos, incluso de gente como Nabucodonosor, que había matado a miles de personas, destruido Jerusalén, quemado el Templo y provocado tanto sufrimiento a los judíos.
El primer intento de salvar al monarca surge cuando el Altísimo lo rodea de personas fieles, como Daniel y sus tres amigos que le atestiguaron la fe verdadera.
Además, a lo largo de los años, Nabucodonosor recibió mensajes y tuvo grandes demostraciones de la existencia y del poder de Dios, como en el caso del horno ardiente. Al principio él reconocía, esbozaba algún deseo de cambio, pero después volvía a vivir como si nada hubiera pasado.
Hasta que recibió la última alerta del Todopoderoso para arrepentirse, pero no atendió.
Necesitó perder el entendimiento, el poder, el acceso a los banquetes, a los bellos trajes, para literalmente comer hierba junto a los animales salvajes. Él se humilló como un loco por siete largos años, sin ningún discernimiento. Un modo extraño para nosotros, pero perfecto para Quien conoce las profundidades del corazón y sabe lo que funciona con cada uno.
Por lo tanto, hasta en este duro golpe, vemos el amor de Dios, pues era Su última advertencia, antes del juicio eterno. Como si Él dijera: ¡Basta!
Hay muchos como “Nabucodonosor”, que conocen la Verdad, ven todos los días el buen testimonio de los familiares o amigos cristianos, ya experimentaron libramientos y ya fueron reprendidos, pero aún así continúan caminando en la ruta del infierno, o sea, viviendo en plena desobediencia a Dios.
Creo que nunca hubo en la tierra, un tiempo en que la gente cerrase tanto sus oídos hacia las advertencias espirituales como lo hace hoy. Por eso, no quedan alternativas, sino también ser golpeadas por los dolores, a fin de rendirse. La intensidad de los golpes será proporcional a la dureza de sus propios corazones.
Desafortunadamente, hay gente que para abrir los ojos espirituales, necesita “comer hierba”. Sólo en el polvo encontrarán la cura para su orgullo.
Entonces, usted que lucha por un familiar o amigo obstinado, el típico “cabeza dura”, no quede perplejo al verlo caminar hacia el fondo del pozo.
En su misericordia, Dios permite desiertos, humillaciones, verdaderos “valles de la sombra de la muerte”, sólo para mostrar a esa persona, que solamente UN es Soberano sobre toda creación, sobre todos los gobiernos, sobre cuestiones pequeñas o grandes. Sólo hay UN Señor y Suya es la autoridad, el poder, por los siglos de los siglos.
A los terquísimos y rebeldes, queda el apelo vehemente que ellos sólo tienen dos caminos, si no cambian: sufrirán duramente hasta que sean quebrantados o seguirán sufriendo por toda la eternidad en el infierno.
Por eso, finalizo que felices son los que luego reconocen el señorío de Jesús y se inclinan a Él en total sumisión, y, voluntariamente se dejan ser conducidos por Su Mano amorosa.
¡Hasta la próxima semana!