Dios el SEÑOR tomó al hombre y lo puso en el jardín del Edén para que lo cultivara y lo cuidara, y le dio este mandato: «Puedes comer de todos los árboles del jardín, pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no deberás comer. El día que de él comas, ciertamente morirás»” Génesis 2: 15-17.
Cuando éramos niños, en la fase de la inocencia, y escuchábamos hablar del pecado de Adán y Eva, lo único que venía a nuestra mente era una manzana, ya en la edad adulta, edad en la que se genera la malicia, ese pecado dejó de ser una manzana y lo pasamos a relacionar con el sexo, pero en realidad no era nada de eso, pues el pecado no era la intimidad entre ellos y nunca lo fue, sino que, antes de que comieran el fruto del árbol sólo tenían una opción, que era servir, agradar y obedecer a Dios, o sea, tenían una relación íntima con Él y ésta era muy fuerte, ellos tenían acceso libre a la presencia de Dios, caminaban a Su lado, había una comunión, pensamientos, corazón e intensiones puras para con Él.
Adán y Eva antes del pecado sólo tenían una opción, Dios, no había lugar para las dudas ni nada que les generara un conicto interior, al punto de verse indecisos entre elegir esto o aquello.
Después de comer del fruto de aquel árbol pasó a existir una segunda opción para ellos, la serpiente, la opción del mal, es decir, ellos pasaron a tener libre albedrio, y es por eso que hoy en día el ser humano sufre con grandes interrogantes, entre escoger el mal o el bien.
Estas dos opciones generaron muchos problemas para Adán y Eva, pues a causa de su desobediencia ellos tuvieron que sudar para comer y la mujer pasó a tener dolor de parto, es decir, por la desobediencia se dio inicio a una maldición, por la que más adelante Abel y Caín (hijos de Adán y Eva) tuvieron problemas, pues ellos pasaron a tener dos opciones, en la que Caín no escuchó la sugerencia de Dios y sí la del mal. Resumiendo, a Dios le agradó la ofrenda de Abel y no la de Caín.
Si Adán y Eva no hubieran pecado, Caín no se hubiera equivocado al hacer su ofrenda ni hubiera matado a su hermano, él hubiera tenido una sola opción, agradar a Dios como Abel Lo agradó.
El ser humano debe tomar decisiones a diario, pero mayormente lo que se decide no se inclina para el bien, sino para el mal, por esta razón muchos se alejan de Dios en lugar de acercarse a Él.
Esto suele suceder también dentro de la Iglesia, Dios pide algo para la persona, y ella no le obedecen y termina desagradando a Dios como lo hizo Caín.
Muchos ya no tienen la mente, el interior, ni los ojos puros, a veces a quien escucha al pastor hablando sobre el sacrificio, y este asunto es mal interpretado y distorsionado, lo que quiere decir que se a perdido el estado original del ser humano, el de ser puro delante de Dios, pureza que no puede ser perdida, pues ella nos lleva a andar con Dios y nos aleja del mal.
Cuando nuestra entrega en el Altar es verdadera volvemos a nuestro estado original de pureza, en el Altar recibimos el Espíritu Vivificante que es Jesús.
Dios es nuestra única opción, no podemos vivir con dilemas e interrogantes. Todo lo que hagamos debe ser hecho con la intensión pura de una fe y corazón puro.