¿Cuántas veces usted o alguien que conoce se quedaron pensando el motivo por el cual no lograron algo que querían mucho?
Algunos comenzaron el gimnasio con ánimo, pero las idas al gimnasio fueron escaseando, escaseando, hasta que se terminaron. Otros tenían como objetivo cambiar su vida económica, sentimental, profesional o académica, pero con el tiempo la idea se dejó para después y termino dejándose para nunca.
¿Por qué motivo estas cosas, que son posibles, no se lograron? Fue esto exactamente lo que muchos hombres descubrieron en la segunda conferencia del “Año de la Disciplina”, en el Templo de Salomón, el 6 de febrero, mientras que afuera otros procrastinaban sus vidas y preferían el jolgorio del carnaval.
Durante la conferencia, ellos tuvieron una importante lección de que existe una lucha diaria entre el cuerpo, el alma y el espíritu. Los dos primeros vienen con todo y en todo momento, con deseos, impulsos, pasiones, instintos, la carne hablando alto. El espíritu intenta poner “orden en la casa”, conteniendo a los otros dos testarudos.
En el evento, se dio un ejemplo simple y eficaz sobre este conflicto: Ya es tarde y usted está en la cama viendo una película. Los ojos insisten en cerrarse, usted pelea para mantenerlos abiertos. El cuerpo quiere dormir. El alma quiere terminar de ver la película.
El espíritu le avisa que tendría que apagar televisión, orar y dormir. Pero el alma insiste y vence. Conclusión: usted ni siquiera vio la película prestando la debida atención; si oró, fue superficialmente (o ni siquiera oró) y levantarse a la mañana fue una lucha más épica que la de la pantalla. Y allí va el sujeto con cara de dormido a cumplir con sus compromisos.
Esa batalla no tiene ningún premio, cuando se ejecuta mal. El cuerpo abre las puertas a un batallón de cosas que están muy lejos de hacer bien: el adulterio, la pornografía, la alimentación desequilibrada, el sexo banal sin estar casado, las orgias, las bebidas alcohólicas, los cigarros, las drogas, las malas compañías, los gastos innecesarios… el alma invita a sus “amigos”: la idolatría, las hechicerías, las herejías, la ira, el deseo de venganza, la envidia, la enemistad, la rivalidad, los celos, las discordias, la arrogancia, la competencia innecesariamente agresiva… Si el cuerpo y el alma vencen, el que pierde es usted.
Ahí entra el espíritu, justamente al que muchos hombres no le dan importancia. Con la fuerza espiritual al día, alineada al Espíritu Santo, las debilidades humanas no tienen posibilidades. El cuerpo y el alma son un conjunto vulnerable, demasiado frágil. Pero, aliados al espíritu basado en Dios, reciben un blindaje, una armadura eficaz. El razonamiento es simple: si comenzó sin el espíritu en esta lucha, ya perdió, querido amigo. Cuando el espíritu es disciplinado, la tendencia, con el tiempo, es que el alma y el cuerpo sigan esa línea, por más que de vez en cuando insistan en tener “recaídas”- por eso, ¡abra los ojos en todo momento, compañero!
LA ANTICIPACIÓN ES TODO
Su día rinde cuando se aprovecha bien. El tiempo desperdiciado no vuelve y no perdona. ¿Qué tal, entonces, si planea hoy las 24 horas de mañana y, así, comienza con el espíritu más preparado? Vea cómo en el desafío #39, ingresando aquí.