Lo más importante, por lo cual el ser humano debe luchar día a día, es la salvación de su alma.
En una ocasión el Señor Jesús reprendió al pueblo porque lo buscaban apenas por un pedazo de pan, es decir, por algo perecedero. Mientras que, Él quería darles aquello que es eterno.
“Cuando vio, pues, la gente que Jesús no estaba allí, ni sus discípulos, entraron en las barcas y fueron a Capernaum, buscando a Jesús. Y hallándole al otro lado del mar, le dijeron: Rabí, ¿cuándo llegaste acá? Respondió Jesús y les dijo: De cierto, de cierto os digo que me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis el pan y os saciasteis”. Juan 6: 24-26
Hoy en día, esta situación se repite; muchos buscan a Dios para obtener algo material, lo que es normal, pues, la mayoría llegamos a la Iglesia para obtener un milagro en algún área de la vida. Sin embargo, después de un tiempo, cuando la persona entiende la Palabra de Dios, cambia de pensamiento, pero, cuando esto no sucede, el tiempo pasa y la persona no consigue entender nada en relación con lo vital que es buscar a Dios y entregarse a Él de todo corazón.
La propia Palabra de Dios enseña en Mateo 16:26: “Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?”. Sentarse a participar de una reunión en la Iglesia y recibir oraciones está bien, sin embargo, eso no quiere decir que uno esté priorizando a Dios como lo más importante.
“Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre os dará; porque a éste señaló Dios el Padre”. Juan 6: 27
Por este motivo es que incansablemente enseñamos que nada nos llevaremos de este mundo, ni siquiera el nombre, lo único eterno que cada persona tiene, está dentro de su cuerpo, el alma, la cual vivirá ahí hasta el día en que dé su último respiro.
La pregunta es: ¿para dónde irá su alma después de salir de su cuerpo? ¿Qué está sembrando en este exacto momento para garantizar la salvación de su alma?
Recuerde, sea en el cielo o en el infierno, el alma vivirá allí eternamente, esta nunca morirá y dependiendo de lo que buscamos día tras día, será feliz o infeliz, por eso el ser humano tiene la necesidad de recibir el Espíritu Santo, porque sólo Él puede llenar el alma de plenitud.
El tormento terminó cuando Dios entró en mi vida…
Tenía problemas espirituales, veía sombras extrañas, constantemente tenía pesadillas, lo mismo les pasaba a mis hermanas; estos problemas se fueron intensificando a medida que pasaba el tiempo, llegué a un punto en que sentía una presencia extraña cerca de mí, veía como los objetos se movían por sí solos, primero pensábamos que el problema eran las casas, pero cuando nos mudábamos volvía a suceder lo mismo.
Debido a la separación de mis padres, mi madre nos llevó a vivir a otra ciudad, pero nada cambió, el problema espiritual se hizo más fuerte, al punto de escuchar silbidos llamándome, incluso, una vez sentí que una presencia extraña entró en mí y me desmayé, en mi subconsciente sentía como si iba cayendo en un abismo oscuro. Mi mamá me llevó al hospital, pero no encontraron nada malo en mí, pasé a sufrir con insomnio.
Cuando entré a la universidad una persona me invitó a la Iglesia Universal, acepté ir, aunque todo ese ambiente de fe era nuevo para mí, decidí luchar.
Mi mayor tesoro es el Espíritu Santo, es Él quien me dirige en mi día a día, Él es mi felicidad.
Tras cada reunión me fui liberando de los problemas espirituales y una vez libre de ese tormento, comencé a luchar para recibir el Espíritu Santo, cuando lo recibí, pasé a tener paz, me volví una mujer equilibrada y me convertí en una persona determinada. Obtuve mi título en medicina, me casé, tengo mi propio consultorio, tenemos vehículos.
Dios me dio más de lo que pude haber soñado.
•• Fabiola M. – Universal de Portoviejo