“Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?” Lucas 18:8
Este versículo siempre me ha tocado. No creo que sea una profecía, y TIENE que ser así, pero, creo que Jesús nos dejó una alerta sobre una posibilidad, si permitimos que tal cosa suceda: ¡la desaparición de la fe!
Ahora, sabemos que, con respecto a la relación con Dios, todo gira en torno a la fe. La única forma de ser salvo es por la fe.
«En los tiempos bíblicos no había televisión, radio, celular, computadora ni cualquier otro medio de distracción…»
“Porque por gracia sois salvos por medio de la fe…” Efesios 2:8
La fe viene por oír y practicar la Palabra de Dios (Romanos 10:17). No hay otra forma de obtenerla, sino por el conocimiento de la Palabra que sale de la boca de Dios y su práctica.
Ahora entendemos por qué encontramos tantas veces en la Palabra de Dios que debemos meditar en ella, de día y de noche.
“Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, ni estuvo en camino de pecadores, ni en silla de escarnecedores se ha sentado; sino que en la ley del Señor está su delicia, y en Su ley MEDITA DE DÍA Y DE NOCHE.” Salmos 1: 1-2
“Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que DE DÍA Y DE NOCHE MEDITARÁS EN ÉL…” Josué 1:8
Piense conmigo, si hasta hace un siglo, la lectura era lo que más llenaba el tiempo de las personas, después de sus quehaceres diarios, ¡imagínese en los tiempos bíblicos!
Hoy, debido a las innumerables fuentes de distracciones, las excusas para no leer, y mucho menos para meditar en la Palabra de Dios, son innumerables.
Prioricemos lo que es más importante para todos nosotros: el mantenimiento de nuestra fe, pues ella, puesta en Jesús, es la única fuente de nuestra Salvación eterna.
Si usted vive en la Capital del país y quiere participar de una Concentración de Fe y Milagros para aprender más sobre la comunión con Dios, acérquese el domingo a las 7h o a las 9h30 en la Av. de La Prensa y pasaje Luz María esquina, al norte de Quito.
“Desde muy joven sólo viví tristezas, dolores y sufrimientos”
Llegué a la Iglesia Universal a través del testimonio de mis padres, mi papá era alcohólico y consumía drogas, por eso mi madre sufría mucho. A pesar de que era muy joven, palpé todo este sufrimiento y quedó plasmado en mi memoria.
Como si fuera poco también sufrí mucho espiritualmente, veía bultos, escuchaba voces, era rebelde, mala estudiante y les traía muchos problemas a mis padres.
Me sentía sola y una profunda tristeza me invadía. A la edad de 15 años decidí entregar mi vida en las manos de Dios, me bauticé en las Aguas y seguí las enseñanzas que los pastores daban. Poco a poco empecé a notar el cambio, ya no sufría pesadillas, veía bultos o me sentía sola.
Tiempo después vino el bautismo con el Espíritu Santo, a partir de ahí Dios ha bendecido cada una de las áreas de mi vida.
Me casé, tengo dos hijos, estoy económicamente bien, no sufro problemas de salud, ni espirituales y en mi hogar reina la paz y el amor.