En el día a día, es común ver a personas que antes amaban sus actividades, eran alegres y motivadas para todo, pero perdieron lentamente ese placer. Pasan a vivir, servir y convivir con los demás, como si todo en la vida no pasara de una mera obligación. Desarrollan un estrés tan grande que cualquier cosa es capaz de provocar aburrimiento y murmuración. Los ejemplos en el universo femenino no faltan, ¿no es así?
Usted ya debe haber visto la confusión que una simple toalla mojada dejada sobre la cama puede causar. O bien, las explosiones de rabia que un lavabo con vajilla sucia puede provocar en quien se juzga “demasiado cansada”.
Peor aún es cuando esta apatía y desgaste se apoderan de la vida espiritual.
La ligera carga y el yugo suave del Señor Jesús pasan a ser arduo y aburrido. El alto privilegio de servirle deja de ser un honor para ser un peso. ¡No hay mayor señal que este para mostrar que algo está mal en su relación con el Altísimo!
Hay gente que trabaja con tanta mala voluntad que deja ver que el llamado Divino ha “estropeado” su vida. Aquel que debería estar feliz de ser un escogido vive como si todos sus planes hubieran sido frustrados por Dios. Me acuerdo de un pasaje bíblico muy interesante, en el que Dios instruyó que el tejido de las vestiduras sacerdotales, como el gorro y los pantalones, era sólo de lino (Ez 44.17-18). Sabemos que el lino se remite a la justicia y a la pureza, por lo que es incluso mencionado como las vestiduras de la eternidad (Ap. 19.8). Cuando el Señor vetó que esas piezas fueran confeccionadas con lana, por ejemplo, Él justificó eso diciendo que ellas causaban sudor.
Creo que si los sacerdotes exhalaban mal olor, además de evidenciar falta de higiene, demostrarían que la Obra de Dios era penosa y destituida de alegría.
Podemos entender, en el sentido espiritual, que nada que nos es pedido debe ser considerado como un enfado. Si en algún momento estamos “sudando” para hacer algo significa que la Obra ha dejado de ser un acto voluntario y placentero. En este caso, Dios deja de actuar a través de nosotros, aunque conserve el nombre en el hall de los “siervos” terrenos. Pues ese “sudor” representa todo lo que se está haciendo forzosamente y en la carne.