La dracma perdida dentro de la casa, es aquella persona que está incluso dentro de la iglesia, que dice que cree en Dios, que recibió milagros en la salud, economía, familia, etc., que intenta ser buena persona todos los días, sin embargo, no es feliz, se siente sola, vacía, a veces se deprime, no tiene paz, el tiempo pasó y aún no tuvo un encuentro con Dios. Infelizmente, existen muchas personas en esa situación, que aún permanecen dentro de la Iglesia, pero, se encuentran perdidas dentro de la casa de Dios, incluso, algunas están a un paso de desistir de la fe, ¿por qué? Porque no cuidaron con diligencia el alma, a la cual muchos no dan valor, por ello, se encuentran sin paz y sin amor. La mujer prendió la lámpara, barrio la casa y encontró la dracma, es exactamente eso que se debe hacer para que el Señor Jesús se encuentre con su alma perdida, prenda la lámpara, que es la luz de la palabra de Dios y barra la casa, que es el hecho de limpiar su corazón. Si no quiere ser más la dracma perdida, entréguele toda su vida a Dios, es decir, sus pensamientos, deseos, futuro, incluso el pasado, que muchas veces juega en su contra haciéndole pensar que usted no merece ser hallada por Jesús, en realidad nadie lo merece, pero una entrega sincera lo hace posible, entonces, Él salvará su alma y su vida será transformada completamente.
“¿O qué mujer que tiene diez dracmas, si pierde una dracma, no enciende la lámpara, y barre la casa, y busca con diligencia hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, reúne a sus amigas y vecinas, diciendo: Gozaos conmigo, porque he encontrado la dracma que había perdido. Así os digo que hay gozo delante de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente.” Lucas 15:8-10
El sufrimiento me hacía desear la muerte
Por años viví sufriendo a causa de perturbaciones de espíritus malignos, sentía una presencia extraña, amanecía con moretones en mi cuerpo, lo que me ocasionaba problemas con mis familiares, quienes llegaron a pensar que
yo me prostituía. Me daba miedo la oscuridad, tomaba muchas pastillas para dormir, a veces prefería emborracharme para conciliar al menos unas horas de sueño, no tenía paz y vivía angustiada. Todo me salía mal, perdía los trabajos, uno de mis hijos comenzó a sufrir con fuertes ataques de epilepsia y el otro con pesadillas; dependíamos de terceros para alimentarnos, el ambiente en casa era frío y pesado. Mis amigas me llevaban a los curanderos, pero nada mejoraba, al contrario, empeoró. Tenía hepatitis y pancreatitis aguda; me ingresaron al hospital y me colocaron una sonda en la nariz. Debido a todo eso, llegué a pensar en el suicidio como única salida. Una vecina me contó su testimonio y me invitó a la Iglesia, acepté y desde el primer día, después de la oración me sentí diferente y aliviada, al volver a casa dormí como nunca antes. Pasé a obedecer la Palabra de Dios, paulatinamente, fui liberada, las peleas fueron desapareciendo, el ambiente de mi casa pasó a ser de armonía, paz y unión. Tanto mis hijos como yo fuimos curados, perdoné y recibí el perdón de Dios también.
•• Sra. Luz Morales