No perdáis, pues, vuestra confianza, que tiene grande galardón; porque os es necesaria la paciencia, para que habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa”. Hebreos 10:35-36
La fe nos lleva al altar, nos hace tomar actitudes que muestran la dimensión de nuestra creencia.
A ejemplo de lo antes mencionado, cuando decidimos perdonar o bautizarnos en las aguas, estas actitudes nacen de una fe que cree en lo que está escrito en la Palabra de Dios.
Humanamente hablando el corazón siempre quiere llevarnos a actuar de forma contraria a lo que Dios instituyó en Su Palabra, pero los que creen, por causa de la fe no tienen problema en perdonar, ya que son concientes de la enseñanza del Señor Jesús: “mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas”. Mateo 4:16. Perdonar es algo divino, y quien lo hace tiene un poco de Dios dentro de sí, ya que el perdón nace de una fe pura y de una buena conciencia.
Es la fe que nos hacen tomar actitudes que muestran cuanto dudamos de la Palabra de Dios o cuanto creemos en ella.
Muchas personas vienen a la reunión, pero si usted me pregunta si todas recibirán la bendición, infelizmente le diré que no, porque no todas creen en lo que está escrito. Si no hay fe, Dios queda imposibilitado de manifestarse a la persona. Es verdad que para Él nada es imposible, pero si de parte de la persona no existe una confianza, Dios no se manifiesta. Porque Él sólo puede actuar en la vida de los que creen.
La fe nos lleva a decidir actuar, pero después de esa acción debe existir también la confianza, ésta nos hace permanecer firmes en la convicción de que Dios traerá una respuesta.
Después que hacemos nuestra parte, debemos pasar a confiar plenamente, sin importar lo que está sucediendo alrededor, sin dejarnos llevar o ser manipulados por la situación, pues esa confianza no permite que absolutamente nada saque de nuestro interior la certeza de que Dios está con nosotros.
Si usted no confia su actitud de fe habrá sido en vano.