Es imposible conducir la vida en este mundo sin que tengamos la presencia del Espíritu Santo dentro de nosotros. Él es el responsable de darnos fuerza, discernimiento, sabiduría y poder para encarar las dificultades que aparecen en el día a día, así como relatan las escrituras sagradas:
pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra. Hechos 1.8
Desgraciadamente, muchos cristianos acaban despreciando al Espíritu Santo por no entender la necesidad de nacer de Dios. Esto genera una serie de consecuencias, como explicó el Obispo Edir Macedo.
«El diablo vio la debilidad del ser humano, entonces él va a armar trampas para que caiga. Pero cuando tenemos el Espíritu Santo, nuestro foco nunca es desviado, porque el mismo Espíritu nos conduce a esa actitud. Es el Espíritu Santo que crea en nosotros la rebelión contra el pecado y contra el diablo. Dios que nos induce a buscar lo correcto «, subrayó el Obispo.
La necesidad
El Espíritu Santo es quien nos libra de las trampas del mal y nos proporciona la paz interior, aquella que no se sacude en medio de las adversidades. El mismo Señor Jesús lo afirma en su palabra:
Más el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna. Juan 4.14
El agua a la que se refiere es el Espíritu Santo, que transmite paz, alegría y buenos frutos. Quien tiene el Espíritu no necesita de terceros para ser feliz, como explicó el Obispo Macedo. «El Espíritu Santo nos proporciona una felicidad que no depende de los términos materiales, las amistades, las relaciones. Aunque no tengamos nada de eso, ya somos felices, Él ya nos basta. «
Es como el aire que respiramos. «De la misma manera que respirar es fundamental para nuestra vida, el Espíritu Santo es el aliento de Dios para que permanezcamos en la fe con el Señor Jesús», concluye el Obispo.
La conquista
Por lo tanto, el ser humano sólo puede ser completo cuando esté lleno de esa fuerza. Para ello, hay que entregarse a Dios, no sólo aceptarlo como Señor de su vida. Es necesario ponerse a disposición para hacer su voluntad.
El Bautismo
Para alcanzar el bautismo con el Espíritu Santo, hay que permanecer atento a los tres pasos indispensables: la conciencia de que no recibirá el Espíritu Santo por mérito; el querer, que va más allá de desear algo; y el pensamiento, que consiste en tener en mente las cosas de lo Alto, o sea, vivir en Espíritu.
Cuando estos comportamientos se ponen en práctica, basta esperar, pues en cualquier momento el bautismo puede suceder; en casa, en el trabajo, en la calle o en la Iglesia, no habrá más obstáculo para que el Señor Jesús le bautice con el Espíritu Santo.
Usted, amigo lector, ahora mismo, de donde esté, haga una oración y decida que servirá, a partir de hoy, a ese Dios y comprométase a obedecerlo. Esto transformará su vida.
A continuación, vea más detalles sobre los tres pasos esenciales para el recibimiento del Espíritu Santo.
Primer paso: Conciencia
Es necesario tener conciencia de que nadie es bautizado con el Espíritu Santo porque merece. El candidato debe ponerse a disposición de Dios y buscar ese bautismo con todas las fuerzas y de todo corazón, por medio de la fe en el Señor Jesucristo.
Segundo paso: Querer
Este querer no es la simple voluntad de tener el Espíritu Santo, sólo porque otros lo tienen. Él debe ser visto como algo tan necesario como la Salvación; es un querer semejante al perdón de los pecados; es un querer ardiente, por encima de cualquier otro sueño o deseo del corazón. Este querer necesita ser seguido por el pensamiento ocupado y llenado por la fe y la obediencia.
Tercer paso: Pensamiento
El pensamiento continuo en Él debe suceder tanto en casa como en el trabajo, en la calle, en la Iglesia, o en cualquier lugar. Lo importante es mantener la mente enfocada en Dios. En esa fase, es necesario evitar malas compañías o personas contrarias a la fe, distracciones vulgares y todo lo que interrumpe la relación con el Espíritu. Es difícil, pero no es imposible. La fe exige sacrificios. Si en la conquista de los bienes materiales no se mide sacrificios, lo mismo debe valer para la conquista espiritual.