En el texto anterior, hablamos de la importancia de invertir en la vida espiritual, pues es la que está por detrás de nuestras decisiones, acciones y reacciones. Pero la inversión espiritual no es como las demás inversiones en la vida, donde estudia, busca e invierte financieramente.
Nuestra vida espiritual no es fruto de este tipo de inversiones, al contrario. ¡Mucha gente que invierte de esta manera acaba con su yo espiritual! Se quedan confusas y no saben más en lo que creer. Son personas que viven saltando de iglesia en iglesia, estudiando varios tipos de religiones, intentando entender la Mente de Dios como si Él estuviese disponible en un laboratorio. Y es ahí donde se frustran, porque cuanto más estudian, más frustradas se quedan, hasta que pierden del todo la fe.
Invertir en su vida espiritual es primeramente entender que el mundo espiritual no es como el mundo que conocemos. No se ve, no se explica, no se discute, no se condiciona, no se mide, no se deduce – simplemente se cree.
Usted tiene que creer en Dios al punto de confiarle su vida y hacer lo que tuviese que ser hecho para vivir dentro de su voluntad.
Y es así que yo invierto en mi vida espiritual. Obedezco la Palabra de Dios y creo en todas las promesas que Dios me dio a través de ella, por lo tanto, ni tengo miedo ni discuto, ni doy disculpas, ni ignoro. Si está escrito, es para ser colocado en práctica.
Obedezca la palabra de Dios. Esa es la mayor inversión espiritual que puede hacer, y el resto, el propio Dios lo hace en usted.
“No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”… (Mateo 4:4)
Por lo tanto, usted que es un día decidió no ir más a la iglesia y dice que está bien con Dios y no necesita de la iglesia por eso, lea la Palabra de Dios.
“El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.” (Apocalipsis 3:22)
Si el señor Jesús se estuviese refiriendo a la Iglesia espiritual, no hubiese usado el plural.
En la Fe.