«Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es. Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro.» 1 Juan 3: 2-3
Por ahora todos tienen un cuerpo de carne y hueso, pero, cuando la persona muere, ese cuerpo desaparece y regresa al polvo, por otro lado, además del cuerpo físico, también tiene un cuerpo celestial, y cuando el Señor Jesús vuelva por Su Iglesia, es decir, por aquellos que Le sirvieron, cuando las nubes se abran y Él llame a éstos por su nombre, entonces, ellos Le verán tal como Él es, ese encuentro, no será como ver las miles de imágenes que el mundo se ha hecho de Él, al contrario, será algo extraordinario.
Si el ser humano deseara un día ver al Señor Jesús cara a cara, tal como Él es, si ese deseo fuera mayor que sus ganas de pecar, eso sería suficiente para librarlo del pecado, que, dicho sea de paso, el pecado es lo único que impide que las personas pasen su eternidad con Dios.
“Todo aquel que comete pecado, infringe también la ley; pues el pecado es infracción de la ley”. 1 Juan 3: 4
Es necesario tener conciencia que para subir con Jesús, debe estar purificado del pecado, pues de otra manera, la persona estará condenada a una eternidad sin Dios.
En este exacto momento, mientras usted lee este mensaje, muchas personas están muriendo, sin embargo, es triste pensar que si alguna de ellas, murió en la práctica de sus pecados, ahora mismo su alma está presa en el infierno, siendo así, ya no hay arrepentimiento, oración, súplica, novena, ni nada que sirva para evitarle todo ese sufrimiento, pues es en vida que la persona hace lo que debe hacer para que el destino de su alma sea el cielo.
“Y sabéis que él apareció para quitar nuestros pecados, y no hay pecado en él. Todo aquel que permanece en él, no peca; todo aquel que peca, no le ha visto, ni le ha conocido”. 1 Juan 3: 5-6
Muchas veces deseaba morir
A los 13 años de edad empecé a sufrir con pesadillas, era depresiva, mi padre era alcohólico y mi madre poco a poco era consumida por la tuberculosis, hasta que falleció. Como mi padre gastaba el dinero en alcohol, junto a mi hermano tuvimos que salir a las calles a trabajar, lo poco que conseguíamos era para medio comer.
Mi hermana también contrajo tuberculosis, y fue ingresada en el Hospital Neumológico Lea, después le dieron el alta, sin embargo la enfermedad volvió.
Tiempo después comencé a sentir mucho cansancio, tosía constantemente con ligero sangrado. Fui al médico y después de varios análisis, me dijeron que un pulmón ya no funcionaba y el otro estaba perforado debido a la tuberculosis; le dijeron a mi padre que yo debía ser aislada porque la enfermedad estaba avanzada. Mi hermana conoció la Iglesia Universal, participó de las reuniones y fue curada, después ella me invitaba, pero yo no creía y me burlaba.
Un día un familiar me pidió que la acompañe a ver a otro familiar a la iglesia, llegamos, me senté y escuché toda la reunión, desde ese día empecé a participar de las cadenas de oración, luché por el milagro y éste sucedió. A raíz de eso pasé a obedecer la Palabra de Dios y Él transformó toda mi vida, recibí el mayor de todos los milagros, el Espíritu Santo y con Él pasé a tener paz, alegría; incluso económicamente fui prosperada, tengo mi negocio y mi familia está bien.
•• Carmen Pacurucu