La realidad en más de la mitad de los países del mundo es bien diferente de lo habitual. Algunos de ellos están en cuarentena total o parcial por causa de la pandemia del nuevo coronavirus que asola al planeta.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), hay cerca de 2,7 millones de casos oficialmente notificados de personas contaminadas y más de 185 mil muertos por Covid-19 en el mundo. Ecuador tiene más de 29 mil infectados oficialmente y cerca de 1600 muertos hasta la fecha de esta edición.
En medio de tantas pérdidas surgen datos positivos, según la Universidad de Stanford, en Estados Unidos, la polución atmosférica a nivel mundial tiene una reducción sin precedentes desde que comenzó a ser monitoreada y en un tercio menor que en el mismo periodo del año pasado. Esto sucede por causa de la disminución en la emisión de gases contaminantes causada entre otros factores, por vehículos que dejan de circular por la cuarentena.
Volviendo a Aprender
Dentro de estos números positivos y negativos, la humanidad está aprendiendo a conocerse mejor. Familias que no tienen la costumbre de pasar tiempo juntos pueden unir sus lazos.
Muchos comenzaron a preguntarse si es realmente necesario tener tantos automóviles y motocicletas circulando y ensuciando la atmósfera. Algunos han encontrado formas de trabajar desde sus hogares o han aprovechado la oportunidad para abrir negocios alternativos. ¿Pero qué pasa espiritualmente? En tiempos menos duros y difíciles es fácil alejarse de Dios, pero en este tiempo de mayor aislamiento, es necesario reflexionar. Mientras algunos han construido una base muy sólida con su fe desde el principio, otros se han angustiado, pero al reevaluar su fe, restablecieron la comunión con el Altísimo.
Para quien ve de afuera, hablar de cuidarse espiritualmente puede parecer algo de poca importancia, pero la verdad es que, si el espíritu va mal, todo va mal. El obispo Edir Macedo escribió en su blog que «la alegría de las conquistas materiales ha causado una verdadera sensación de bienestar. La relación con Dios parece estar bien. El fiel se siente más animado, más estimulado en la fe e incluso dispuesto a hacer la obra de Dios, pero cuando las tribulaciones comienzan a dar señales, la alegría da paso a la tristeza, la euforia se enfría y la fe da paso a las dudas y lamentos. La disposición de servir a Dios se extingue».
Lo que viene después, según el Obispo, es que «su confesión de fe es juzgada. La cruz y el mundo están esperando para adónde ella decidirá. Y es ahí precisamente que se define el tipo de fe que tiene la persona. Dios no sólo nos ha dado fe para el éxito espiritual y material, sino también para los fracasos. En el mundo de la energía sobrenatural, todo funciona para bien, tanto ganancias como pérdidas.
Después de todo, quien vive en dependencia del Espíritu Santo ya murió para este mundo. Las luchas y los problemas que enfrenta la Tierra son parte de aprender a vivir la vida por la fe».
Todo esto tiene mucho que ver con el momento actual de la humanidad.
Es momento de pensar lo que es realmente vital y necesario y lo que se debe dejar de lado.
«Quien coloca a Dios en primer lugar y Lo busca por encima de otras cosas, encontrará una solución para las dificultades.»