A diario, en todos los medios de comunicación de la Iglesia, ponemos testimonios de personas que fueron transformadas, curadas o liberadas, es decir, antes sufrían y ahora no. Y seguramente, cada vez que ve uno de esos testimonios, en su cabeza ronda una pregunta que ni siquiera se atreve a decir en voz alta, ¿qué debo hacer para que mi vida también sea transformada por completo?
La víspera de año nuevo trae consigo palabras de bendiciones y nuevas esperanzas. Es común ver como en las calles, completos, extraños se desean bendiciones para los días venideros, incluso, es risible ver a aquella persona que nunca habla con usted decirle: “¡Dios te bendiga! ¡Feliz año nuevo!”; pero desgraciadamente los deseos no cambian la vida de nadie.
El destino de cada persona depende de las actitudes que cada uno toma. No es que si le deseo el bien o el mal a mi prójimo, hará de él una persona bendecida o fracasada de acuerdo a mi voluntad.
Si usted toma la decisión de entregar su vida a Dios por completo, no importará si el mundo entero le desea lo peor, porque Él no va a permitir que nada malo le pase, pero lo mismo no sucede a la inversa, no sirve de nada que todo el mundo le desee lo mejor y le profesen palabras de bendiciones, si usted no encomendó su ser en las manos de Dios; el resultado, todo se mantendrá igual nada cambiará para bien o, mejor dicho, sí puede cambiar, pero sólo para peor.
Usted iniciará el año con las mismas enfermedades, deudas, problemas, etc., que tenía el año pasado, porque usted no tomó la actitud de ENTREGAR su vida al Altísimo.
Si lo hubiera hecho entonces esta promesa se cumpliría en su vida: “Yo lo pondré a salvo, fuera del alcance de todos, porque él me ama y me conoce. Cuando me llame, le contestaré; ¡yo mismo estaré con él! Lo libraré de la angustia y lo colmaré de honores; lo haré disfrutar de una larga vida: ¡lo haré gozar de mi salvación!»”. (Salmo 91: 14-16)
Deje de ver el éxito o bendiciones de los demás y concéntrese en entregarse a Dios y ponerlo como el #1 de su vida.
Quizás usted se ha resignado durante todos estos años, pensando: “¡Ah! Qué suerte tiene el(la) por haber conquistado X bendición, ¡wow! es increíble cómo fue curada, ¡en la vida de su hijo(a) aconteció un milagro! – algún día esto me va a pasar a mí”, pero ese algún día, es ahora, sólo es necesario que se entregue por completo a Dios y lo haga su prioridad, ya que de Él provienen las bendiciones que usted tanto anhela.