“Y Él dijo: No se dirá más tu nombre Jacob, sino Israel; porque como príncipe has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido.” (Génesis 32:28).
Cuando la Palabra de Dios expresa que Jacob luchó con Dios, se refiere a la lucha que tuvo con el Ángel; pero, ¿en qué momento él luchó contra un hombre?
Este hombre de quien se habla era él mismo, el hombre interior. La lucha con la conciencia; “Hago o no lo hago, confieso o no confieso, miento o digo la verdad…”.
Por más de veinte años Jacob postergó su encuentro con Dios, él no conseguía vencerse a sí mismo, la voz de su conciencia, de su interior, neutralizaba la fe e impedía la acción de Dios en su vida.
Jacob huía para no encontrarse con Dios, esto demostraba que él se dejaba vencer por lo que sentía. Hoy en día no es diferente, muchos son vencidos por sí mismo, es decir, son vencidos en el momento en que deben decir la verdad, por esto mienten; son vencidos por el odio, cuando deben perdonar; son vencidos por el miedo cuando deben tomar una actitud de fe; y esto es lo que deja a muchos apenas viendo la felicidad pasar sin tomar posesión de ella.
Todo ser humano enfrenta una lucha interior cuando se trata de tomar una decisión que puede cambiar su historia, esa lucha es normal, lo que no es normal es que sea vencido por ella.
Amigo lector, si usted no vence en su interior, a sí mismo primero, nunca podrá vencer los problemas que están en el exterior.
No huya más de sus miedos, enfréntelos, luche y venza.
Luchar con un hombre exige habilidad y fuerza física, pero luchar contra sí mismo exige carácter, sinceridad, honestidad, deseo de cambiar y sacrificio, ¡es todo o nada!
Luchar como un príncipe es mostrar bravura, coraje; es decir, que está a la altura de aquello que está por heredar, ¡el trono!
Si en primer lugar usted no se vence a sí mismo en su interior, nunca podrá vencer los problemas y dificultades que están a su alrededor.