El Señor Jesús nunca dijo que el ser humano no tendría dolores y problemas, al contrario, dijo que las aflicciones vendrían y aconsejó a ser fieles, perseverantes, porque Él venció al mundo y nosotros también lo haríamos.
Muchas veces usted se siente humillado, perseguido, injusticiado, son muchos los problemas que enfrenta, sin embargo, todas las dificultades que Dios permite que sucedan, son para que se vuelva más fuerte, en realidad, los problemas no vienen para perjudicarle, sino para que use su fe, luche y venza.
Por ejemplo, la pandemia que hasta ahora enfrenta el mundo entero, enseñó para algunos que deben orar sin cesar y los volvió más dependientes de Dios, en cambio para otros, todo ha representado uno o muchos problemas.
Orar, o sea, hablar con Dios, es una señal de respeto hacia Él, pues si se tiene tiempo para tantas cosas, entonces ¿Por qué no tenerlo para hablar con Dios? Es a Él a quién debe contarle su sentir, lo que le pasa, es a Él a quien debe pedirle por su esposo e hijos, porque si la situación está difícil, debe humillarse delante de Él, no delante de las personas o problemas.
“Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo; echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros”. 1 Pedro 5: 6-7
Nada sucede antes del tiempo cierto, vea que hasta el niño que nace antes de los nueve meses, presenta problemas y queda en una incubadora. Todo sucede a su tiempo; espere un poco más y use su fe para que Dios lo exalte, lo bendiga.
Mi hogar se estaba desmoronando
Crecí llena de odio por la separación de mis padres y el maltrato que sufría en casa. Cuando conocí a mi esposo pensé que sería feliz; nos fuimos a vivir juntos. Al principio todo era bonito. Después de mi segundo hijo empezaron los problemas, pasamos a tener deudas que no podíamos pagar, al punto de que mi suegra nos daba la comida; mi esposo me era infiel, él tomaba y se desaparecía por días, cuando regresaba nos agredíamos. Nos separamos por mutuo acuerdo.
El Espíritu Santo ha sido nuestra alegría, paz, estabilidad y guía cierto en todos los momentos.
Mi suegra me invitó a la Iglesia, al principio no le di importancia, pero cuando llegué al límite de los problemas la acepté y fue la mejor decisión que tomé, porque a medida que fui entregándome a Dios, mi vida fue cambiando. Hoy tengo paz, soy una mujer equilibrada, Dios me liberó de todo, mi hogar fue restaurado, mi esposo hoy es mi mejor amigo, hay respeto y armonía en nuestro hogar y compartimos la misma fe. Económicamente tenemos un negocio y gracias a Dios tenemos la alegría de vivir en Su presencia y disfrutar del Espíritu Santo.
•• Maricela y Raul Arroyo