Nosotros, los seres humanos, la mayoría de las veces, hacemos preguntas porque necesitamos una información. Entonces, echamos mano de ese recurso para saber lo que no sabemos. El Altísimo también hace preguntas al hombre, pero siendo Él Dios, no necesita nuestras respuestas para tener conocimiento de algo, pues es omnisciente y omnipresente.
Por lo tanto, al indagar al ser humano sobre algo, el Altísimo pretende llevarlo a la reflexión sobre sí mismo.
Observe en estos dos casos abajo y tome sus conclusiones:
1 – “Adán, ¿estás ahí?” Esa fue la pregunta de Dios a Adán poco después de su caída. Es obvio que el Señor no necesitaba saber la ubicación de su criatura, pero el cuestionamiento tenía la finalidad de promover en él una introspección sobre el estado en que su alma se encontraba. Al preguntar, el Altísimo quería que Adán se diera cuenta de la locura que había cometido al desobedecer a Su orden. Sin la pureza, Adán estaba cubierto de vergüenza y culpa, por lo que sentía miedo de Dios y de las consecuencias de su acto.
2 – “Y el Señor le dijo a Caín: ¿Por qué te has enojado? ¿Y por qué desciende tu semblante?”; “Si bien lo haces, ¿no es cierto que serás enaltecido?”; Dios sabía de los sentimientos de envidia y odio que Caín nutría por Abel y también sabía de su intención de matarlo. Por eso, antes que Caín cometiera tal acto, el Señor lo cuestionó para que él reconociera el mal que estaba en su interior y se arrepintiera. Pero, incluso ante eso, Caín caminó para asesinar a su hermano. Sin embargo, vea que Dios no desistió de él, incluso después de su acto cruel. “¿Dónde está Abel, tu hermano?”, “¿Qué hiciste?”
El Señor no hace nada inútil. De esa forma, sus preguntas, nuevamente, tenían el objetivo de rescatar a Caín y levantarlo del abismo espiritual donde había caído. Sabemos que se ha perdido para siempre, pero nunca podrá decir que ha sido abandonado.
El mismo procedimiento Divino se repite en toda la Biblia. Voy a decir unos más:
Dios le pregunta a Jacob: “¿Cuál es tu nombre?” – Antes de que Jacob nazca, Dios ya lo conocía, ¡cuanto más su nombre!
· Dios pregunta a Balaam quién eran sus huéspedes: “¿Quiénes son estos hombres que están contigo?” – Dios ya sabía que el profeta mercenario estaba traicionando a Su pueblo.
· Dios pregunta a Josué, al asumir la posición de Moisés: “¿No te lo mandé?” – Dios ya sabía de la inseguridad que Su siervo sentía en relación a su predecesor.
· Dios pregunta a Josué, al asumir la posición de Moisés: “¿No te lo mandé?” – Dios ya sabía de la inseguridad que su siervo sentía en relación a su predecesor
· Ante la ignorancia espiritual de Nicodemo, Jesús le pregunta: “Tú eres maestro de Israel, y no sabes esto?” – Esa fue en la frente. Imagino que Nicodemo necesitaba esa para convertirse.
· Durante una fuerte tempestad, en la que los discípulos se asustaron, Jesús les pregunta: ¿Por qué sois tan tímidos? ¿Todavía no tenéis fe?” – Los discípulos debían estar pálidos de miedo, y aún así tuvieron que lidiar con esas dos preguntas reveladoras.
Estos son sólo pocos ejemplos de este método de Dios para llamarnos al razonamiento, hacernos reflexionar y actuar correctamente.
Escribo este texto hoy, justamente porque he hecho, hace unos días, una pregunta recurrente a Dios. Aunque he sido insistente, Él no me respondió, al contrario, Él me hizo otra pregunta, jeje. Entendí con eso que la respuesta estaba delante de mis ojos…
Entonces, quiere decir que, ocasionalmente, en nuestra caminata cristiana, eso va a suceder. Al principio, parece que no sabemos qué responder, pero eso no es verdad. Todas las respuestas están dentro de nosotros. Basta mirar con ojos de quien realmente quiere ver la verdad.
Y usted, ¿Dios le ha preguntado algo?