A pesar de las innumerables razones que podríamos dar para comprender la necesidad del bautismo con el Espíritu Santo, hay tres que son de suma importancia y que usted debería saber: primero, la certeza de la salvación eterna del alma; segundo, la certeza de que el Dios Padre del Señor Jesucristo es también nuestro Padre; y, por último, la convicción de que, un día, estaremos eternamente con Él.
El bautismo con el Espíritu Santo no es una cuestión opcional para una persona en específico. Pero sí una condición obligatoria para ¡ser SALVO! “Sin embargo, vosotros no estáis en la carne sino en el Espíritu, si en verdad el Espíritu de Dios habita en vosotros. Pero si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, el tal no es de Él”. Romanos 8:9
El Espíritu Santo es la presencia del propio Dios habitando dentro de nosotros. Por eso, Él es esencial para los seres humanos. Él es quien promueve la verdadera y completa transformación de vida, sin Él nada somos ni llegaríamos a ser. No obstante, el Espíritu Santo no habita en todas las personas. Sólo en aquellas que están dispuestas a abandonar su voluntad para vivir la voluntad del Altísimo.
En otras palabras, el bautismo con el Espíritu Santo es la garantía, la seguridad, la confirmación de que el bautizado es hijo de Dios. El Espíritu Santo es el Sello, la Marca, el Registro de que es propiedad exclusiva de Dios. Esa es la riqueza invisible, inconmensurable e incalculable que hemos intentado transferirles a los que tienen sed y hambre de justicia.