Tal vez usted se pregunte ¿qué tengo que hacer para que Dios cambie mi vida? ¿Cómo puedo conseguir la verdadera felicidad?
En una ocasión un maestro de la Ley, con la intención de tentar al Señor Jesús le preguntó:
Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley?
Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente.
Este es el primero y grande mandamiento.
Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
En resumen esto significa, colocar a Dios en primer lugar en su vida.
Amar con el corazón, es amar a Dios más que a todo y a todos.
Con el alma, es amarlo más que a todo lo que nuestro corazón quiere apegarse, personas, bienes o lugares, ya que si debemos estar apegados y aferrados a algo debe ser a Dios.
Con la mente, que es el entendimiento, debemos amar Su palabra y someternos a ella practicándola, aún cuando parezca que hay otras opciones.
Para lograr ser feliz con la familia y las conquistas alcanzadas es necesario estar entregado 100% en TODO a Dios.
Amar a Dios en primer lugar no quiere decir que amaré menos a mi familia, en realidad lo que esto significa es que mi amor por ellos es verdadero y completo, porque Dios me da esta capacidad.
En estas últimas semanas hemos hablado mucho sobre la historia de Jacob, quien después de tener todo lo que quiso en la vida, seguía buscando aquella felicidad que no encontraba dentro de sí, aún teniendo todo exteriormente.
Jacob obtuvo amor, hijos, bienes, siervos y riquezas, pero, cuando el Ángel se le apareció le dijo: “no te dejaré ir sino me bendices”, ¿qué mas quería Jacob? Simple, él al igual que muchos a pesar de tener todo lo material le faltaba lo más importante, tener a Dios en su vida, sólo cuando él se despojó de sus miedos y descubrió su verdadera y gran carencia es que se entregó por completo, dando todo de sí, consecuentemente tuvo un encuentro con Dios lo que cambió su historia dándole una nueva identidad.
Si queremos cambiar nuestra historia es necesario hacer lo que Jacob hizo.