“Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra; porque uno es vuestro Padre, el que está en los cielos. Ni seáis llamados maestros; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo El que es el mayor de vosotros, sea vuestro siervo. Porque el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido”. (Mateo 23: 9-12)
En estas palabras, el Señor Jesús no se refería a nuestro progenitor terrenal sino al espiritual, pues muchos en estos días suelen tener un gurú que les indica lo que deben hacer o no, incluso, hay quienes tratan a otras personas como dioses y al Único Dios como si fuera nadie, ese es el más grande y grave error de muchos.
Dios es Padre, no lo haga a un lado, no crea que apenas por el hecho de decir que lo ama está agradando a Él, pues Dios toma y pesa como ofrenda para sí, todo lo que pensamos, decimos, hacemos, y esa ofrenda es principalmente nuestra propia vida, es decir, la forma en que tratamos a los demás y la forma en que reaccionamos delante de cualquier situación.
Muchos no consiguen entender que el ser humano nunca tendrá nada que dar a Dios en comparación a aquello que Él tiene para darnos. Debido a ello es que darle y hacer lo mejor para Él es lo mínimo que podemos hacer.
Recuerde, la ofrenda que usted da para Dios hoy, será el resultado de su vida mañana.
28 años viví en una miseria total…
Mis padres eran de escasos recursos, a veces había comida y a veces no, era una niña muy triste por toda esa situación.
A los diecisiete años salí de casa a buscar trabajo, tiempo después conocí a mi esposo, sin embargo, la miseria continuaba en nuestras vidas, a veces no teníamos empleo.
Trabajábamos de lo que saliera para intentar sobrevivir, en esa condición tuvimos a nuestra hija; vivíamos en un cuarto pequeño, lleno de humedad; no había dinero para comprarle ropa a la bebé; vivíamos de la caridad de otros, incluso buscábamos comida de las sobras de los supermercados, galletas caducadas, verduras en mal estado. A causa de esa situación llegué a pensar en quitarme la vida.
Así llegamos a la Iglesia Universal, donde aprendí a usar mi fe, mi carácter cambió, pasé a buscar a Dios con sinceridad y encontré la paz que nunca antes había experimentado. Dios me dio la esperanza de que todo iba a cambiar, mi esposo fue transformado, pasamos a comprendernos y a compaginar muy bien.
A través de la manifestación de la fe, nuestra visión se abrió, emprendimos dos negocios, compramos una casa en una urbanización, tenemos carro, adquirimos una finca. Dios quebró esa maldición de la miseria y nos dio una vida plena en todos los sentidos.
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Cuando miro al pasado y recuerdo todo el sufrimiento que mis antepasados y yo vivimos por causa de la escasez, agradezco a Dios por todo el bien que me ha hecho.
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•• Sra. Leticia Cedeño